Un viaje de cuatro días a Iraq: después de quince meses durante los cuales suspendió las peregrinaciones internacionales debido a la pandemia, el Papa Francisco reanuda excepcionalmente los viajes.
«Aceptando la invitación de la República de Iraq y de la Iglesia Católica local, el Papa Francisco realizará un Viaje Apostólico al citado país del 5 al 8 de marzo de 2021, visitando Bagdad, la llanura de Ur, ligada a la memoria de Abraham, la ciudad de Erbil, así como Mosul y Qaraqosh en la llanura de Nínive. A su debido tiempo se publicará el programa del viaje, que tendrá en cuenta la evolución de la emergencia sanitaria mundial».
Ciertamente el viaje representa un gesto concreto de cercanía a toda la población de ese martirizado país. Francisco había expresado claramente su intención de visitar Iraq el 10 de junio de 2019, durante la audiencia con los participantes en la Reunión de las Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales (Roaco).
«Un pensamiento insistente me acompaña pensando en Iraq», decía, compartiendo la voluntad de ir en el 2020, «para que pueda mirar adelante a través de la pacífica y compartida participación en la construcción del bien común de todos los componentes también religiosos de la sociedad y recaiga en tensiones que provienen de los jamás aplacados conflictos de las potencias regionales».
Una posibilidad que pareció cada vez más concreta, cuando el 25 de enero de 2020, el Papa recibió a Barham Salih, Presidente de la República de Iraq, en el Vaticano. El Jefe de Estado también se reunió con el Cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin y con Monseñor Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados.
Habían sido abordados los desafíos del país, como el de «fomentar la estabilidad y el proceso de reconstrucción -señalaba una nota de la Oficina de Prensa vaticana-, alentando el camino del diálogo y la búsqueda de soluciones adecuadas a favor de los ciudadanos y en el respeto a la soberanía nacional». Central «la importancia de preservar la presencia histórica de los cristianos» y «la necesidad de garantizarles la seguridad y un lugar en el futuro» del país.
En Iraq, de hecho, antes del 2003, año del conflicto que llevó a la caída de Saddam Hussein, los cristianos eran alrededor de 1 a 1,4 millones . El horror de la guerra y la ocupación de la Llanura de Nínive por el autodenominado Estado Islámico, entre 2014 y 2017, los redujo a unos 300-400 mil. El Presidente Salih ha subrayado repetidamente el valor de los cristianos y su papel en la construcción. En la misma línea el Primer Ministro, Mustafá Al-Kazemi, que ha invitado a los cristianos, que huyeron de Iraq a causa de las violencias, a volver para contribuir a la reconstrucción. Sin embargo, las obras de construcción de la paz, la seguridad y la estabilidad siguen abiertas. La crisis económica, el desempleo, la corrupción y la tragedia de los aproximadamente 1,7 millones de desplazados internos están poniendo a dura prueba los proyectos de desarrollo. El Unicef estima que más de 4 millones de personas necesitan asistencia humanitaria, la mitad son niños. En este contexto, en el que faltan hospitales y medicamentos, la pandemia del Covid-19 ha matado a miles de personas.
En primera línea, en todos los frentes, la Iglesia local, que espera ahora la llegada del Sucesor de Pedro que pondrá en marcha el proyecto, concebido en el 2000 por San Juan Pablo II. «El Papa Francisco es un hombre abierto, un buscador de paz y de fraternidad. Todos en Iraq, cristianos y musulmanes, lo estiman por su sencillez y cercanía – dijo el Cardenal Louis Raphael Sako, Patriarca de Babilonia de los Caldeos, en la agencia SIR hace un año -. Sus palabras tocan los corazones de todos porque son las de un pastor. Es un hombre que puede traer paz. Muchos millones de musulmanes siguieron la visita del Pontífice a Abu Dhabi. Será así también en Iraq».
La visita a Iraq, en la llanura de Ur de los Caldeos, debía ser la primera etapa de la peregrinación jubilar de Juan Pablo II para el año 2000. El viaje del Papa Wojtyla había sido programado del 1° al 3 de diciembre de 1999. Pero no se realizó, porque Saddam Hussein, después de negociaciones que duraron varios meses, decidió posponerlo. Veinte años después, el sueño de Juan Pablo II se hace realidad para su segundo sucesor.