Existen muy diversas analogías para explicar el concepto de resiliencia, virtud altamente divulgada en tiempos recientes. La adoptada por la Mtra. Graciela Domínguez Contreras durante una plática al Departamento de Negocios de la IBERO Puebla fue la de las ligas: las bandas de goma se estiran y contraen sin alterar su forma natural. En el ser humano, este proceso de metamorfosis supone la adquisición de fortalezas y aprendizajes.
La resiliencia suele abordarse desde puntos de vista extremos, como aquellas personas que sobrevivieron al Holocausto o a otros acontecimientos históricos de magnitud semejante. La crisis por coronavirus se presenta como un escenario donde han germinado cambios necesarios para las nuevas formas de existir en la sociedad.
Un primer caso es la tecnología, que ha avanzado a la velocidad que demanda la historia y los procesos socioeconómicos cambiantes. Las interfaces humanas, aunque aún en etapa de desarrollo, han revolucionado los programas inteligentes de asistencia. Lo propio ha sucedido en la industria de la impresión en 3D, que expandido sus usos de lo comercial a la biotecnología.
No obstante, los ritmos dispares en asuntos como la fabricación de dispositivos de almacenamiento de datos, desarrollo de fuentes de energía y conectividad han dejado al desnudo las amplias brechas de desigualdad.
En síntesis, los cambios tecnológicos, a la vez que han respondido a las necesidades coyunturales, han posicionado múltiples debates relacionados con la ética, los modelos de mercado, las limitaciones de políticas públicas y los impactos ambientales.
Domínguez Contreras vaticinó una potencialización de las tecnologías de vanguardia a mediano plazo: realidad aumentada para fines de soporte técnico, salud, educación y diseño; hiperautomatización de procesos médicos e industriales; autenticación por comportamiento biométrico; internet de las cosas para facilitar los procesos de consumo; almacenamiento en las nubes digitales, y cadenas de bloques (blockchains) para la encriptación de bienes.
Las nuevas herramientas facilitarán la consolidación de los modelos de negocios más novedosos, entre los cuales destacan las plataformas que permiten la generación de economías compartidas mediante micromecenazgos (Kickstarter, Fondeadora) y consumo colaborativo (Airbnb, Uber). Por otro lado, la economía remota ha encontrado en la pandemia una época de bonanza a través de las plataformas de streaming y de comunicación (Zoom).
Estos impactos duales de la COVID son apreciables en todos los sectores de negocios. Por un lado, actividades relacionadas con transporte, manufactura, educación, turismo, comercio presencial y deportes tuvieron altas afectaciones. En cambio, las que tienen que ver con repartición de bienes, compras en línea, ejercicio en casa, cuidado de la salud y suministros médicos se vieron beneficiadas por el confinamiento generalizado.
Como destacó la profesora de la IBERO Puebla, la praxis pandémica también desbarató el mito del teletrabajo, el cual, lejos de ser la promesa de la flexibilidad laboral, ha diseminado las franjas horarias y entremezclado las obligaciones profesionales con las domésticas y de crianza.
Más de 300 millones de personas usan Zoom para sus actividades laborales y educativas debido a que más del 12% de las empresas incorporaron esquemas de trabajo remoto y mixto. Esto dio pie a la reforma a la Ley Federal del Trabajo para la regulación del home office, así como a una expansión de los alcances del trabajo independiente y los espacios de trabajo cooperativo.
Para hacer frente al mundo pospandemia, diferentes países han implementado acciones de resiliencia, desde jornadas intensivas de vacunación y pasaportes COVID hasta asistencia médica en línea y contención de la infodemia. “El chiste es rediseñar experiencias. ¿Qué estamos haciendo para que ese mundo que era en 2019 regrese mejor?”, reflexionó Graciela Domínguez.