A 40 años de su aparición, es lamentable que prevalezca la discriminación y el estigma social que acompañan a quienes padecen VIH o Sida (el Virus de la Inmunodeficiencia Humana), aseguró César Torres Cruz, Investigador del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG), de la UNAM.

En el mundo, comentó, se llevan a cabo estrategias por parte de los gobiernos y organismos internacionales, así como de fundaciones privadas para informar acerca de lo que es, cómo prevenirlo y atenderlo. Sin embargo, aún se puede escuchar la palabra “sidoso” para referirse de manera despectiva a quienes la enfrentan, y que en ocasiones son objeto de despidos laborales e interrupción de relaciones sentimentales.

Torres Cruz, quien estudia las implicaciones sociales de esta enfermedad, cuyos primeros casos se registraron en 1981, señaló que “es una pandemia que lleva más de cuatro décadas conviviendo con todos los seres humanos, pero uno de los impactos más fuertes del VIH ha sido, a diferencia de otros virus que conviven con la humanidad, que hay una dimensión moral que acompaña al padecimiento por ser una infección de transmisión sexual; en ese sentido, lo que ocurre alrededor del virus es que hay cargas morales sobre la sexualidad de los pacientes”.

Recordó que en Estados Unidos el VIH se identificó en 1983 como un retrovirus de la familia de los lentivirus, causante de la enfermedad y afirmó que parte de este estigma social se originó porque el padecimiento se presentó primero entre varones que mantenían prácticas homoeróticas, lo cual encendió los focos rojos en las instituciones más conservadoras, como la Iglesia Católica, pero también en la epidemiología y la medicina. En los primeros años de la pandemia se hablaba de una enfermedad exclusiva de cierto sector de la población, categoría creada por la epidemiología porque no encontraba otros elementos para definir esta nueva enfermedad.

“Lo que vio la Medicina fue que los pacientes que presentaban los síntomas tenían algo en común: prácticas homoeróticas o que se asumían como homosexuales, por lo que la epidemiología sospechó de una enfermedad gay, levantando las conciencias más conservadoras, y hubo quienes aprovecharon este hecho catastrófico que le ha costado la vida a muchos seres humanos para afirmar que era un castigo divino”, anotó Torres Cruz.

El universitario refirió que “los virus de transmisión sexual son más complicados porque su carga social suele ser muy moral. Se cuestiona a las personas que viven con el virus y se les atribuyen características que conllevan un estigma. Por ejemplo, personas cuyas prácticas sexuales son catalogadas por los sectores conservadores como anómalas o fuera de la norma”.

VIH en México

Los registros de casos de VIH en México comenzaron oficialmente en 1983, ese año se detectaron 67; en la década de los 90 se diagnosticaron tres mil 799 por año, mientras que en 2000 se registraron nueve mil 719; 11 mil 340 en 2010; y 17 mil 182 para 2019.

En total, de acuerdo con cifras oficiales, en México se han registrado 315 mil 177 casos a lo largo de 40 años, siendo la Ciudad de México la entidad con mayor número: 44 mil 684, lo que representa 14.2 por ciento del total del país. Le siguen el Estado de México (31 mil 376) y Veracruz (29 mil 874). El estado con menos casos diagnosticados es Aguascalientes (mil 832).

Del total, 255 mil 981 son hombres, mientras que 59 mil 196 mujeres. La incidencia por edad es mayor en el grupo de 25 a 29 años, en hombres (52 mil 235) y en mujeres (10 mil 262). De los diagnosticados, se registraron 110 mil 9 defunciones, mientras que 189 mil 5 siguen con vida. Hay 16 mil 163 casos con estatus desconocido.

“En la primera década de la pandemia se hablaba de ‘sidosos’, en masculino, porque había mucha carga contra los varones homosexuales, después la humanidad se dio cuenta que era una pandemia extendida por todo el mundo, y no necesariamente implicaba una orientación sexual de por medio. Lo único que hace falta para adquirir el VIH es que entre al torrente sanguíneo, no importa tu práctica sexual, cuántas parejas tengas, ni tu orientación. El Sida no es un padecimiento sólo homosexual, incluso algunos infantes se infectan con el virus en el momento de nacer porque su madre es portadora del virus”, añadió Torres Cruz.

Para el investigador hay avances. Los mitos sobre agujas infectadas en cines o en el transporte público han desaparecido; sin embargo, aún hay quienes creen que se puede transmitir por un beso o un abrazo.

“Es un virus cargado de estigmas, y a pesar de los muchos esfuerzos que han intentado revertirlos, se sigue discriminando. Todavía hay muchas personas que pierden su trabajo cuando sus empleadores se enteran que son portadoras del VIH, e incluso algunas personas terminan sus relaciones de pareja al enterarse que el otro tiene VIH. Es un tema de alta carga de estigma”, relató.

Cambios en grupos sociales

El especialista aseguró: “con el paso de los años han cambiado ciertas actitudes entre los grupos sociales. Gente muy joven no le tiene miedo al virus, o no existe este pánico moral tan fuerte como en las décadas de 1980 y 1990, porque ahora, aun sin una cura, los fármacos retrovirales son una estrategia eficaz no sólo para extender la vida de quienes viven con el virus, sino para prevenir nuevos casos de VIH”.

“Cuando alguien muere por el coronavirus, por ejemplo, no enfrenta ese estigma, se habla de gente buena que falleció. Durante los años ochenta quienes morían de Sida solía pensarse, sobre todo entre los sectores más conservadores, que se lo buscaron, que seguramente era homosexual o estaba haciendo algo malo. Esa es la diferencia. Por eso es paradójico: persiste el estigma, hay mucha discriminación y desinformación a pesar de que llevamos cuatro décadas conviviendo con el virus. Pero los jóvenes lo ven como algo crónico con lo que se puede vivir muchos años, como si tuvieran diabetes. Estamos entre esas dos cosas”, acotó.

De acuerdo con datos de Torres Cruz, en términos epidemiológicos los hombres que tienen prácticas sexuales con hombres son el sector más afectado al mostrar mayor prevalencia, pero por estratos sociales, género y etnia, hay particularidades.

Por género, las mujeres heterosexuales se infectan con el virus porque en numerosas ocasiones no pueden pedir a su marido que use condón. Esto está asociado a las altas tasas de violencia machista en el país. Quienes adquieren el VIH suelen ser mujeres pobres, violentadas por el  esposo y se infectan en un supuesto ambiente de monogamia.

“En grupos indígenas la idea se vuelve muy compleja porque no hay políticas públicas para estos grupos. No hay campañas preventivas o estrategias de detección del virus, ni estrategias para incorporar a estas personas a los servicios de salud. La medicina tradicional no tiene muchos métodos para combatir al VIH”, informó Torres Cruz.

Al concluir, externó: “hay que recordar que el VIH es, todavía, un virus que sigue presente. Aprovechemos el ímpetu del coronavirus para pensar en la carga moral que lo acompaña y recordar que hemos convivido 40 años con él. Cualquier persona lo puede adquirir, y si bien es un virus controlable, todavía es necesario mucho trabajo de conciencia social para disminuir el estigma al padecimiento”.

Por Veral