Estudiar en pandemia es un lujo económico, social y afectivo. Se calcula que 5.2 millones de estudiantes no regresaron a clases para el periodo escolar 2021-2022. Para conocer las razones, así como los efectos en quienes continuaron sus estudios dese casa, seis universidades de México (algunas de la red jesuita AUSJAL) desarrollaron la investigación Educar en contingencia durante la covid-19 en México.

El estudio aplicó cuestionarios espejo a casi 30,000 personas entre estudiantes, docentes y padres de familia, donde se les pidió a los participantes evocar alguna experiencia significativa durante el último año de educación a distancia. Los resultados arrojaron hallazgos significativos en ejes como tecnología, planeación educativa y salud psicoafectiva.

Nuevas plataformas

La tecnología ha permitido salvaguardar la continuidad de los procesos educativos en todos los niveles. Desde los primeros días de confinamiento sanitario, cada escuela empleó sus propios recursos para garantizar este proceso. Los resultados, no obstante, han estado sujetos al lugar en el que cada estudiante se encuentra en el espectro de la brecha digital.

La carencia de dispositivos, la falta de acceso a internet y las lagunas en la formación docente en materia digital han marcado la cadencia de un modelo educativo que muchas veces se ha visto guiado por el ímpetu más que por las capacidades. Así lo compartió la Dra. María del Carmen González Videgaray, académica de la UNAM y coautora de la investigación.

La velocidad del internet es un factor diferencial. En promedio, la conexión de los docentes es de 17.6 Mbps (la media nacional asciende a 34.49 Mbps). Esta condición puede determinar la organización de las clases: videos, presentaciones y lecturas fueron los principales recursos didácticos. WhatsApp fue la plataforma predilecta para entablar comunicación con los estudiantes.

Los jóvenes, por su parte, reportaron carencias tanto de equipos como de competencias para su uso. Entre los retos en la materia, González Videgaray mencionó la importancia de encontrar una literacidad multimodal, aprovechar las ventajas que ofrecen las tecnologías y cumplir con altos estándares de competencias digitales.

Más allá de la calificación

La pandemia ha orillado a cuestionar los objetivos elementales de educación. La Dra. Elvia Garduño Teliz de la Universidad Autónoma de Guerrero habló de los hallazgos conseguidos gracias al testimonio de docentes de nivel básico, quienes se conciben a sí mismos en niveles deseables de planeación, aunque reconocen la necesidad de adaptarse a nuevos formatos educativos.

La primera etapa de la contingencia sanitaria volcó al profesorado a repasar los temas vistos antes del éxodo de las aulas, al tiempo que se intentaba avanzar en los planes de estudio. Esto llevó a los investigadores a concluir que la prioridad debe centrarse en los aprendizajes clave por encima del cumplimiento del currículo.

Durante los últimos meses, las clases se han centrado en la presentación de conceptos, hechos y datos. Las actividades implementadas por profesores buscan aportar herramientas de investigación que conduzcan al autoaprendizaje y no tanto a la participación activa durante las sesiones.

Por otro lado, se continúa evaluando el desempeño académico bajo las pautas tradicionales, por lo que se espera transitar hacia procesos más significativos que puedan derivar en reflexiones e intercambios entre estudiantes y docentes. “La curva de aprendizaje que ha dejado la pandemia ha demostrado que tenemos apertura para encontrar nuevas formas de aprender. Tenemos una puerta para el cambio, pero tenemos que terminar de abrirla”, refrendó. Garduño Teliz.

Inteligencia emocional

La COVID es sinónimo de aflicción. La mayoría de las personas ha experimentado desequilibrios en el bienestar socioemocional, tanto por los propios cuadros de malestar como por la inestabilidad del entorno. La incapacidad para afrontar la situación de manera productiva da pie a conductas de riesgo que afectan particularmente a los jóvenes.

De acuerdo con la información compartida por la Dra. Cimenna Chao Rebolledo de la IBERO Ciudad de México, alumnado y profesorado experimentaban situaciones de estrés y desánimo por igual, dando como resultado aulas afligidas de “contagio emocional”.

El estudio reveló que los estudiantes afrontaron la aparición de la COVID desde el enojo y la evitación, mientras que los docentes intentaron gestionar sus frustraciones a través de la información. Derivado de las respuestas impulsivas, los jóvenes se perciben a sí mismos como más violentos.

Pese a los momentos de desánimo generalizado, las aulas se convirtieron en espacios de resiliencia. Los encuentros colectivos desde lo virtual han demostrado una recuperación postraumática en donde estudiantes y docentes aprecian los nuevos aprendizajes y comienzan a preguntarse por la esencia de la vida misma.

Todos los integrantes de las aulas manifestaron emociones encontradas con respecto al regreso a las aulas: emoción e incertidumbre; alegría y nerviosismo. Chao Rebolledo llamó a preservar y ejercer los aprendizajes adquiridos en la pandemia relacionados con la amplia resiliencia de las comunidades educativas, la revaloración de las relaciones sociales y el fortalecimiento de la empatía y la solidaridad.