Implementar acciones a corto plazo, sumadas a las de larga duración, es la mejor estrategia para frenar el cambio climático, disminuir sus efectos y mejorar la vida de la población en general, consideró la investigadora del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC) de la UNAM, Amparo Martínez Arroyo.

Si no tenemos claro que hay que reducirlo al mismo tiempo en que cambiamos nuestras prácticas de emisiones, si no lo sabemos, la adaptación y la reducción de la vulnerabilidad serán más complicados. Para esto necesitamos más que nunca informar a la gente, el desarrollo de capacidades y una gran participación, comentó la doctora en Ecología por la Universidad de Barcelona.

Al participar en el seminario permanente “Ecología política y Estudios socioambientales”, la especialista explicó: diversos estudios han mostrado que la inacción para ciudades como México o en terrenos como la agricultura, el control del agua puede tener graves consecuencias sociales y económicas.

Cabe recordar que de acuerdo con el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), entre las acciones a corto plazo destacan mejoras en el suministro y distribución de combustibles; dejar de emplear el carbón (de preferencia energías renovables); uso de vehículos híbridos, de sistemas de iluminación más eficiente, así como mejorar la gestión de tierras de cultivo y pastoreo, reducir los fertilizantes químicos, reforestación y gestión de bosques, además de la recuperación de metano de vertederos y mejor planificación del uso de suelo.

Martínez Arroyo recordó que vivimos en un mundo con 1.1 grados más que en la era preindustrial, y se prevé que los efectos desastrosos se incrementarán si continúa el aumento de la temperatura, por lo que ahora se habla de los daños biológicos y de las consecuencias socioeconómicas.

“No se puede reducir este cambio si no hacemos modificaciones sustanciales a nuestro sistema socioeconómico. Afecta a todas las regiones de forma diferenciada en los territorios, dependiendo de la geografía, pero también de las condiciones en que se encuentre su población e instalaciones; daña de manera desproporcionada a países y sectores que no necesariamente contribuyeron a las emisiones de gases de efecto invernadero”, estimó.

La Sexta Comunicación Nacional sobre Cambio Climático calculó los costos acumulados por la inacción durante el siglo, los cuales serían compatibles a perder más de 4.5 veces el producto interno bruto actual de México. Además de que la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey presentarían pérdidas que podrían rebasar los mil millones de dólares en la década del 2020, recordó la experta.

Respecto a los riesgos pluviales, Martínez Arroyo destacó que se espera un daño anual en el país por siete mil millones de dólares y por inundaciones costeras de hasta 130 millones de dólares, donde Tamaulipas, Veracruz y San Luis Potosí serán las entidades con mayores niveles de riesgo por inundación.

Frenar o retardar el calentamiento global depende de reducir la producción de carbono negro y los contaminantes de vida corta, de ahí la urgencia de acciones a corto plazo principalmente en naciones como la nuestra en donde la generación de esos contaminantes es alta, sugirió la experta.

Se requieren, prosiguió, medidas de adaptación y mitigación en apoyo al desarrollo sustentable con base en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

No se tendrá éxito en evitar las emisiones sin disminuir las desigualdades sociales y económicas, comentó la experta en interacciones entre la atmósfera, biósfera e hidrósfera como parte de la charla “El papel de la ciencia (natural y social) en la definición de políticas climáticas y ambientales”.

Las universidades tienen la obligación moral de transmitir a la sociedad las advertencias y propuestas en este tema, ser receptivos a lo que plantea, a fin de “tener un impacto en el tiempo que nos toca”, acotó.