Con la experiencia adquirida por la actual pandemia de la COVID-19, es necesario trabajar para evitar el avance de una epidemia por influenza aviar H5N1, es decir, no se debe esperar a que el virus se transmita a humanos, consideró el investigador de la Facultad de Medicina de la UNAM, Samuel Ponce de León Rosales.

El especialista del Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes (PUIREE) recordó que el 13 de marzo la Organización Panamericana de la Salud emitió una alerta epidemiológica para la región de América, luego que se reportara la presencia del virus en 16 países, lo que implica ampliar las capacidades, adelantar la disponibilidad de insumos, detectar el inicio lo más tempranamente posible, educar a la población y comunicar la información con claridad.

Por el momento, prosiguió, no hay ningún motivo de alarma; sin embargo, por primera vez en la experiencia de la evolución de la infección del H5N1 en aves, se tiene una transmisión mundial. En América ha habido infección en aves y se ha dado la transmisión a mamíferos, que no era usual. Faltan pocos pasos en este rompecabezas; hay que seguirle la pista al H5N1 para estar listos y tener una tarea por anticipado, previó el experto.

Ponce de León Rosales participó en la mesa “Pandemia”, del Simposio Internacional de Bioética, organizado por el Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL) de la UNAM. Enfatizó que al hablar de pandemias es necesario recordar que el crecimiento humano establece nuevas interacciones, los cambios ambientales, como la temperatura, humedad y deforestación, modifican los equilibrios ecológicos entre aves, simios, cerdos y mosquitos.

Ante académicos y especialistas en bioética, reunidos en el Aula Magna del IIFL, destacó que la densidad poblacional y la movilidad crean nuevas rutas de transmisión, y las prioridades del Estado están distorsionadas en función de la inversión y la ganancia. Recientemente la Organización de las Naciones Unidas anunció que la ventana para evitar que esto entre a un círculo que no se pueda detener, es pequeña y se requerirían cambios drásticos.

“En el proceso de salud-enfermedad debemos reinterpretar nuestra percepción de la interacción con los microorganismos. El universo microbiano y la evolución determinan riesgos en continuo cambio. Es inapropiado seguir asumiendo una visión antropocentrista. Nuestra vida en la Tierra tiene que ser concebida en función de especie, en colaboración, competencia o el mejor equilibrio posible con las otras especies, y el Estado tiene el deber de prepararnos para mejorar las condiciones y modificar lo que estamos viviendo”, acotó el universitario.

Al hacer uso de la palabra, la académica del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, María de Jesús Medina Arellano, presentó los resultados de un estudio global sobre la percepción de las personas respecto al uso de vacunas contra la COVID-19, elaborado por la Asociación de las Universidades pertenecientes a la Cuenca del Pacífico, en el que participó.

El trabajo, realizado en 2020, reveló que las personas sin cobertura de seguro de salud y quienes recibían prestaciones sociales estaban menos dispuestas a la vacunación.

También aquellas con trastornos físicos o mentales crónicos, específicamente con enfermedades de células falciformes, cáncer o trastornos cognitivos, debido a que su sistema inmunológico es más débil, por ende son más vulnerables a los síntomas graves de la enfermedad por la COVID-19.

En tanto, el académico del IIFL, Moisés Vaca Paniagua, explicó el concepto de solidaridad, un valor que genera deberes de acción individual y colectiva, pero que se asocia con aceptar sacrificios que no benefician a nadie, lo cual fue evidente durante el periodo más álgido de la pandemia.