La educación es una respuesta a los problemas de la crisis civilizatoria actual. Fue la conclusión a la que llegaron académicos de México y Perú durante un foro virtual organizado por la Universidad Antonio Ruíz de Montoya. Una formación de inspiración humanista enfocada en los sectores más vulnerables puede contribuir a la salvaguarda de las aspiraciones de construir una sociedad más justa y equitativa.

Sin embargo, no solo basta con contar con acceso a la educación: resulta vital garantizar calidad y pertinencia social. “Se trata de los procesos de participación ciudadana que conducen a la elección de lo que es mejor para la sociedad”, explicó José Sánchez Aviña, director de la Biblioteca Interactiva Pedro Arrupe, SJ (BIPA) de la IBERO Puebla.

Las aulas deben gestar reflexiones inspiradas en la realidad y que liguen directamente a la acción. Recuperó al pensador Boaventura de Souza, quien señalaba que la educación debe aspirar a contrarrestar los tres pilares hegemónicos de la opresión: capitalismo, colonialismo y patriarcado. Una forma de hacer frente a ello es el reconocimiento de la multiplicidad de saberes.

Para Sánchez Aviña, la pospandemia es un llamado a repensar los procesos educativos hacia un sistema que encuentre sus bases en los valores y saberes de las personas. “La educación debe estar orientada a que los sujetos sean capaces de vivir en realidades multiformes”. Una educación con todos, concluyó, implica hacer visible la diversidad y el derecho de las personas a estar presentes en la vida en sociedad.

El renacer del maestro-pueblo

Hermanado con los colegios del Sistema Universitario Jesuita, el Instituto Superior Intercultural Ayuuk (ISIA) fue fundado en 2006 con la misión de contar con una universidad intercultural en Jaltepec de Candayoc, Oaxaca. En sus casi 16 años de historia, la Institución ha sido casa de jóvenes provenientes de más de 10 pueblos originarios de diferentes latitudes del país.

El ISIA enfrentó dificultades durante el primer pico de la pandemia debido a que los jóvenes guardaron cuarentena en comunidades en las que no contaban con luz eléctrica e internet. Pese a los esfuerzos de los profesores, cada estudiante tenía que poner sus propios recursos para mantenerse en línea.

Un censo institucional al final del primer semestre de 2020 reveló que el 99% de la comunidad universitaria quería regresar al campus, por lo que las actividades presenciales se retomaron en septiembre de aquel año. De acuerdo con la profesora Irma Manuel Rosas, han sido las estrategias comunitarias colegiadas las que han permitido preservar el cuidado de la vida sin sacrificar la formación.


“La escuela debe cumplir con su rol de formar para la ciudadanía intercultural en un país en el que la diversidad implica múltiples desigualdades”: Yolanda Rojo, Universidad Antonio Ruíz de Montoya.


La COVID evidenció las necesidades de cada región del planeta. Los casi 50 pueblos originarios de la Amazonía viven con amplias carencias de conectividad, infraestructura y movilidad, lo que supuso un lastre para el acompañamiento pedagógico en los espacios rurales de Perú.

“A nivel secundaria solo había un celular. Ese estudiante era el que reportaba los trabajos al profesor, pero había mucho ‘copia y pega’. Al final, no sabían ni lo que estaban enviando”, ilustró Richard Ricopa Yaicate, presidente del Programa de Formación de Maestros Bilingües de la Amazonía Peruana (FORMABIAP).

La práctica docente también ha sido un calvario. Los profesores han tenido que adaptarse a las posibilidades de los estudiantes de encontrar conectividad y reportarse a sus asesorías, el día y la hora que sea. Como consecuencia, las jornadas de trabajo y estudio se han extendido y ha habido un incremento importante en los índices de deserción.

Pero no todo ha sido negativo. El especialista reconoció que los jóvenes han mostrado un mayor compromiso por el rescate de las tradiciones de la comunidad. “Nuestros jóvenes profundizan muchos conocimientos propios porque han podido interactuar con los abuelos”. Y celebró: “Los sabios han recuperado su espacio y se han empoderado”.

Uno de los principales problemas de la educación indígena es que no existen suficientes profesores hablantes de lenguas originarias, ya sea por desconocimiento o como parte del proceso de mestizaje educativo. En Perú, más del 60% de los niños indígenas no cuentan con profesores culturalmente preparados. Además, cerca de 300,000 no acudieron al último periodo escolar pre-COVID.

Esta inercia de abandono escolar se agravó con el coronavirus, especialmente para las niñas. De igual manera, las estrategias para llevar a cabo una educación vía televisión y radio dejaron al margen a 673,000 estudiantes. Socializó Nila Vigil Oliveros, profesora de la Universidad Peruana Cayetano Heredia: “Con Aprende en comunidad los niños estudian en lozas y áreas deportivas de Lima. Esta estrategia no está pensada para comunidades rurales e indígenas”.

De acuerdo con la Defensoría del Pueblo, los programas a distancia están diseñados para funcionar con el acompañamiento activo de los padres; cuando estos tienen carencias de educación, se perpetúan los espirales de analfabetismo. Por otro lado, los saberes académicos han sido sustituidos por enseñanzas populares, por lo que la experta aseguró que se debe rediseñar la educación con base en los múltiples contextos de cada país.

Por Veral