La semilla de amaranto contiene entre un 13 a 19% de proteína de buena calidad y alta biodisponibilidad, en valores cercanos a los recomendados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés). Tiene una cantidad adecuada de aminoácidos azufrados, triptófano y lisina. Este último es un aminoácido indispensable comúnmente de bajo contenido en cereales.

En el México antiguo, se sembraba como un alimento básico y su consumo era frecuente en la dieta; hoy en día la semilla reventada se comercializa generalmente en forma de dulce como “alegría”, conservando su buen valor nutrimental y alta digestibilidad. En el México de hoy, debería revalorarse el consumo del amaranto en platillos variados para la dieta cotidiana, y no sólo como dulce. La quinoa, un pseudocereal con valor nutrimental muy similar al amaranto, ha logrado ser reintroducido desde la cultura andina del Perú a los menús internacionales: el amaranto debería revalorarse de igual forma.

Además, el género del amaranto puede ser utilizado como verdura: las hojas de los “quintoniles” (Amaranthus hypochondriacus y A. hybridus), son utilizadas en México como quelites (hierbas tiernas comestibles), que presentan un alto contenido de calcio, magnesio, vitamina C, retinol y niacina. Además, contienen antioxidantes en diferentes partes de la planta: hojas, tallos y semillas, lo que se suma, como en muchos otros quelites, a su buen valor nutrimental.