Renunciar a esa perspectiva adultocentrista que coloca a niñas y niños como el futuro de las naciones o del México de hoy, así como caminar hacia un reconocimiento más agencial en donde puedan ser reconocidos en el aquí y en el ahora, son dos de las líneas de acción para proveer a las infancias de escenarios de seguridad y de condiciones adecuadas para su desarrollo biopsicosocial.

Así lo expone la académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM, Carmen Gabriela Ruiz Serrano, a propósito del Día Internacional de la Niña, que se conmemora el 11 de octubre, y añade:

“Debemos dejar de considerar que el cuidado de niñas (y niños) es un tema exclusivo (de los padres) y entender que es una responsabilidad social, tienen que ser cobijados por todo un clan y todas y todos tenemos una responsabilidad en ello, reflexionar sobre el tipo de acciones que implementamos con ellas bajo esta idea de la disciplina. Hoy tenemos muchísimos estudios que nos ayudan a entender, desde las neurociencias, cómo se transforma la arquitectura cerebral bajo la violencia”.

La investigadora en maltrato infantil indica que hoy se tiene documentado el registro de 11 mujeres que mueren por razones de género todos los días y se estima que 19 niñas y niños quedan en una condición de orfandad al cuidado de las figuras femeninas que están dentro de los sistemas de familia: desde la abuela, la madrina, la vecina hasta las hermanas mayores.

“Tenemos que generar, como sociedad, una nueva cultura en materia de la relación que establecemos con las niñas, alejándonos de una perspectiva adultocéntrica de ejercicio de poder, en donde esta ‘simetría’ nos pone en un lugar de superioridad y miramos a las infancias como seres de minusvalía a la espera de la vida adulta; en realidad ellas no están a la espera de llegar a un momento próximo para adquirir una ciudadanía o para tener un rol protagónico”, describe.

Retos

Las personas niñas -término empleado por la académica universitaria que alude al reconocimiento de ellas y los niños como actores sociales, políticos y productores de cultura- viven una violencia estructural, con falta de acceso a los ámbitos educativos, condiciones de pobreza, así como abuso dentro y fuera del hogar.

Situación que se refrenda en las cifras del Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, las cuales indican que en ese año había 16 millones 23 mil 710 niñas y adolescentes en edad escolar (de tres a 17 años) en México; 84.2 por ciento asistió a la escuela.

Además, 224 mil 454 adolescentes de 12 a 17 años estaban casadas o en unión libre y 21 mil 167 actualmente no unidas, pero con antecedente de separada, divorciada o viuda, lo que indica que cuatro de cada 100 en el país está o ha estado en unión conyugal.

“Tenemos que generar, como sociedad, una nueva cultura en materia de la relación que establecemos con las niñas, alejándonos de una perspectiva adultocéntrica de ejercicio de poder, en donde esta ‘simetría’ nos pone en un lugar de superioridad y miramos a las infancias como seres de minusvalía a la espera de la vida adulta; en realidad ellas no están a la espera de llegar a un momento próximo para adquirir una ciudadanía o para tener un rol protagónico”, describe.

Retos

Las personas niñas -término empleado por la académica universitaria que alude al reconocimiento de ellas y los niños como actores sociales, políticos y productores de cultura- viven una violencia estructural, con falta de acceso a los ámbitos educativos, condiciones de pobreza, así como abuso dentro y fuera del hogar.

Situación que se refrenda en las cifras del Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, las cuales indican que en ese año había 16 millones 23 mil 710 niñas y adolescentes en edad escolar (de tres a 17 años) en México; 84.2 por ciento asistió a la escuela.

Además, 224 mil 454 adolescentes de 12 a 17 años estaban casadas o en unión libre y 21 mil 167 actualmente no unidas, pero con antecedente de separada, divorciada o viuda, lo que indica que cuatro de cada 100 en el país está o ha estado en unión conyugal.