Cientos de años atrás, los habitantes de esta localidad construyeron una cripta debajo de su principal templo religioso, la parroquia de San Bartolomé Apóstol. Allí, colocaron los cuerpos de sus seres más queridos, personas cuya identidad busca conocer un proyecto de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

A cargo de expertos del Laboratorio de Bioarqueología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), esta iniciativa académica realizó, el 16 y 17 de mayo de 2023, una temporada de campo, en la cual abrieron dos de las sepulturas ubicadas en el mausoleo subterráneo.

Desde 2018 se han hecho estancias de trabajo, enfocadas en el registro del sitio, y este año, con aval del Consejo de Arqueología del INAH, el grupo de investigadores –formado por antropólogos físicos, arqueólogos y etnohistoriadores– exploró las osamentas contenidas en el par de lóculos.

Para la técnica encargada del Laboratorio de Bioarqueología de la ENAH, Perla Ruíz Albarrán, la importancia de este proyecto es que surgió por invitación de los habitantes de Hueypoxtla. “Ellos buscan conocer quiénes están enterrados aquí. Por eso usamos un enfoque interdisciplinario para indagar entre la población y saber qué dice su historia oral sobre la cripta”.

De este modo, se trabaja para esclarecer aspectos como el desarrollo del propio inmueble católico, pues aunque se sabe que hacia fines del siglo XVI se fundó un primer templo, los rasgos neoclásicos de la parroquia indican que el recinto fue ampliado con el paso del tiempo.

La cripta, ubicada bajo la nave central de la parroquia, mide 30.4 metros en dirección este-oeste. En ella hay un pasillo central flanqueado por dos paredes en las que, a su vez, se alinean diversas columnas con tres lóculos cada una, y que suman 72 sepulturas en total.

“Este número no necesariamente equivale a 72 individuos inhumados, ya que seguramente hay más, por ejemplo, en uno de los lóculos que abrimos esta temporada encontramos a dos neonatos”, explica la antropóloga física.

Además de definir cuántos individuos hay en la cripta, y tener mayores datos sobre sus edades al fallecer, sexo, patologías e, incluso, sus nombres –para lo cual se cruzará la información física con la archivística–, se busca conocer las costumbres funerarias. “Se observan diversas evidencias materiales: un adulto inhumado en ataúd, otro envuelto en un petate, uno más al que le colocaron piedras encima e infantes que portan coronas de metal en la cabeza”, detalla Ruíz Albarrán.

Cabe destacar que, como medida de conservación, para evitar exponer a los restos óseos a cambios de clima, y también como una muestra de respeto a la comunidad, todos los trabajos se hacen in situ.

En cada lóculo intervenido por el equipo de la ENAH, se realiza fotogrametría para tener un registro 3D. Asimismo, se ha cuidado el registro arqueológico y la clasificación de los tiestos cerámicos, fragmentos de obsidiana y de huesos animales que fueron usados como material de relleno durante el sellado de los nichos.

Los ancestros de Hueypoxtla

A partir de las más de 30 entrevistas realizadas, hasta ahora, por el equipo de etnohistoriadores del proyecto, encabezado por Mundo Ramírez Camacho, se reconstruye la historia oral de la cripta. Los testimonios narran que entre los siglos XIX y XX, el mausoleo fue olvidado por los pobladores, de allí que, hacia la década de 1920, cuando se cambió el piso de la iglesia, el espacio funerario fue redescubierto.

Este contacto ha generado entre la población un sentido de arraigo. “La gente considera que quienes están aquí son sus ancestros y, por lo mismo, han generado diversas hipótesis a partir de los datos transmitidos de una generación a otra”.

Se espera que la investigación en el archivo parroquial y en otros acervos, como el del municipio o los de las diócesis de Texcoco y Cuautitlán, permita aclarar cuándo se edificó la cripta y quizá identificar quiénes fueron depositados en ella.

Por Veral