Como parte de sus actividades formativas a distancia, el Departamento de Ciencias de la Salud de la IBERO Puebla ha celebrado conferencias virtuales sobre formas específicas de cuidar la salud física y mental, donde la conciencia sanitaria se ha agudizado para la mayoría de la población.
Higiene de alimentos
Realizar las compras de comestibles se ha convertido en una tarea compleja y con altas demandas de desinfección y limpieza. La Mtra. Isabel Fernández Crispín, profesora de la IBERO Puebla, compartió algunos consejos para las personas que estudian desde casa o teletrabajan y que deben hacerse responsables de los alimentos que solían comprar en cafeterías y restaurantes.
Los alimentos contaminados son aquellos que contienen partículas ajenas a su composición original y puede presentarse de manera física, química o biológica. De igual manera, la contaminación puede ser de origen (antes de que los alimentos se comercialicen) o cruzada (al interior de las cocinas).
Para prevenir enfermedades transmitidas por contaminación en comestibles, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda cinco claves para preservar la inocuidad de los alimentos: mantener la higiene personal; utilizar agua y materias primas seguras; separar alimentos crudos de cocidos; mantener los alimentos en temperaturas seguras, y cocinar completamente los comestibles.
Del mismo modo, Fernández Crispín propuso algunas recomendaciones de salubridad con base en las cuatro fases que integran la preparación de los alimentos:
1. Adquisición de los insumos: elegir establecimientos seguros y saludables; verificar las características sensoriales y/o la integridad de los empaques, y evitar tener los alimentos expuestos a temperaturas ambiente por más de dos horas.
2. Almacenamiento: lavar y desinfectar todos los alimentos; tener todos los productos en sus respectivos recipientes; no introducir alimentos calientes al refrigerador, y ordenar las provisiones con base en la caducidad.
3. Elaboración de los platillos: no consumir alimentos crudos o a media cocción; lavar y desinfectar frutas y verduras; descongelar de forma escalonada, y refrigerar sobrantes.
4. Ingesta: procurar la higiene personal y mantener cubiertos los alimentos.
Como parte de sus actividades formativas a distancia, el Departamento de Ciencias de la Salud de la IBERO Puebla ha celebrado conferencias virtuales sobre formas específicas de cuidar la salud física y mental, donde la conciencia sanitaria se ha agudizado para la mayoría de la población.
Higiene de alimentos
Realizar las compras de comestibles se ha convertido en una tarea compleja y con altas demandas de desinfección y limpieza. La Mtra. Isabel Fernández Crispín, profesora de la IBERO Puebla, compartió algunos consejos para las personas que estudian desde casa o teletrabajan y que deben hacerse responsables de los alimentos que solían comprar en cafeterías y restaurantes.
Los alimentos contaminados son aquellos que contienen partículas ajenas a su composición original y puede presentarse de manera física, química o biológica. De igual manera, la contaminación puede ser de origen (antes de que los alimentos se comercialicen) o cruzada (al interior de las cocinas).
Para prevenir enfermedades transmitidas por contaminación en comestibles, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda cinco claves para preservar la inocuidad de los alimentos: mantener la higiene personal; utilizar agua y materias primas seguras; separar alimentos crudos de cocidos; mantener los alimentos en temperaturas seguras, y cocinar completamente los comestibles.
Del mismo modo, Fernández Crispín propuso algunas recomendaciones de salubridad con base en las cuatro fases que integran la preparación de los alimentos:
1. Adquisición de los insumos: elegir establecimientos seguros y saludables; verificar las características sensoriales y/o la integridad de los empaques, y evitar tener los alimentos expuestos a temperaturas ambiente por más de dos horas.
2. Almacenamiento: lavar y desinfectar todos los alimentos; tener todos los productos en sus respectivos recipientes; no introducir alimentos calientes al refrigerador, y ordenar las provisiones con base en la caducidad.
3. Elaboración de los platillos: no consumir alimentos crudos o a media cocción; lavar y desinfectar frutas y verduras; descongelar de forma escalonada, y refrigerar sobrantes.
4. Ingesta: procurar la higiene personal y mantener cubiertos los alimentos.
Consumo de sal y azúcar
Todos los azúcares, simples y complejos, son utilizados como fuentes de energía. No obstante, los azúcares añadidos pueden resultar perjudiciales para la salud, pues están relacionados con enfermedades como sobrepeso, obesidad, desórdenes de comportamiento y diabetes. La diferencia principal entre el azúcar natural y el añadido es que la segunda ofrece energía sin valores nutrimentales, por lo que no es fuente de vitaminas y minerales.
Como explicó la LNCA. Liliana Aracén Fuentes, catedrática de la Universidad Jesuita, los azúcares añadidos se pueden presentar a través de diferentes variantes: jugo de caña, glucosa, caramelo, melaza, fructosa, miel o jugo de frutas; todas ellas suelen incluir grasas saturadas.
La OMS recomienda que el consumo de azúcar sea menor al 10% de la ingesta calórica diaria─aunque lo ideal es que no exceda el 5%─. Una forma de verificarlo es a través de la información nutrimental en los etiquetados de los productos, así como cuestionarse si el comestible debería llevar azúcar añadido para destacar su sabor.
De manera similar se utiliza la sal, cuyo exceso contribuye a la retención de líquidos y eleva la presión arterial; el consumo adecuado debe ser menos a cinco gramos diarios. Los alimentos altos en sodio son los productos de panadería, embutidos, alimentos enlatados, refrescos, quesos procesados, sazonadores y frituras.
Para disminuir el consumo de sales y azúcares se puede optar por fuentes naturales de energía, suprimir el consumo de bebidas azucaradas, evitar endulzar o salinizar alimentos y bebidas, hacer colaciones con opciones saludables y, en términos generales, llevar una dieta adecuada. También se recomienda retirar el salero de mesa del consumo diario, buscar condimentos alternativos y lavar los alimentos enlatados para retirarles el sodio conservador.
Unidad familiar
La pandemia se ha caracterizado por una sensación de duelo permanente, lo que ha derivado en múltiples expresiones de agotamiento generalizado y emociones negativas. Sin embargo, la crisis global derivada del coronavirus ha encaminado nuevos aprendizajes que serán útiles en el porvenir, como son la organización y el trabajo colaborativo.
La vida en colectivo ha sido una fuente de contención emocional invaluable durante el confinamiento. En palabras de la Dra. Ericka Ileana Escalante Izeta, coordinadora de la Maestría en Desarrollo Humano de la IBERO Puebla: “las redes de apoyo nos hacen saber que no estamos solos. Nuestra salud depende de nosotros, pero el colectivo nos sostiene”.
Estos vínculos interpersonales se han visto trastocados por la pandemia, especialmente en los núcleos familiares y en su forma de organizarse. Ante ello, es importante abrir nuevos caminos hacia los destinos a los que se puede apostar con miras a un mundo pospandémico más fraterno y comunitario.
Para tener una organización familiar adecuada recomendó llegar a convenios en donde todos los integrantes de la casa cumplan con asignaturas domésticas y de cuidado. Asimismo, anticipar mecanismos de prevención y gestión en caso de que algún habitante del hogar enferme de COVID.
Consumo de sal y azúcar
Todos los azúcares, simples y complejos, son utilizados como fuentes de energía. No obstante, los azúcares añadidos pueden resultar perjudiciales para la salud, pues están relacionados con enfermedades como sobrepeso, obesidad, desórdenes de comportamiento y diabetes. La diferencia principal entre el azúcar natural y el añadido es que la segunda ofrece energía sin valores nutrimentales, por lo que no es fuente de vitaminas y minerales.
Como explicó la LNCA. Liliana Aracén Fuentes, catedrática de la Universidad Jesuita, los azúcares añadidos se pueden presentar a través de diferentes variantes: jugo de caña, glucosa, caramelo, melaza, fructosa, miel o jugo de frutas; todas ellas suelen incluir grasas saturadas.
La OMS recomienda que el consumo de azúcar sea menor al 10% de la ingesta calórica diaria─aunque lo ideal es que no exceda el 5%─. Una forma de verificarlo es a través de la información nutrimental en los etiquetados de los productos, así como cuestionarse si el comestible debería llevar azúcar añadido para destacar su sabor.
De manera similar se utiliza la sal, cuyo exceso contribuye a la retención de líquidos y eleva la presión arterial; el consumo adecuado debe ser menos a cinco gramos diarios. Los alimentos altos en sodio son los productos de panadería, embutidos, alimentos enlatados, refrescos, quesos procesados, sazonadores y frituras.
Para disminuir el consumo de sales y azúcares se puede optar por fuentes naturales de energía, suprimir el consumo de bebidas azucaradas, evitar endulzar o salinizar alimentos y bebidas, hacer colaciones con opciones saludables y, en términos generales, llevar una dieta adecuada. También se recomienda retirar el salero de mesa del consumo diario, buscar condimentos alternativos y lavar los alimentos enlatados para retirarles el sodio conservador.
Unidad familiar
La pandemia se ha caracterizado por una sensación de duelo permanente, lo que ha derivado en múltiples expresiones de agotamiento generalizado y emociones negativas. Sin embargo, la crisis global derivada del coronavirus ha encaminado nuevos aprendizajes que serán útiles en el porvenir, como son la organización y el trabajo colaborativo.
La vida en colectivo ha sido una fuente de contención emocional invaluable durante el confinamiento. En palabras de la Dra. Ericka Ileana Escalante Izeta, coordinadora de la Maestría en Desarrollo Humano de la IBERO Puebla: “las redes de apoyo nos hacen saber que no estamos solos. Nuestra salud depende de nosotros, pero el colectivo nos sostiene”.
Estos vínculos interpersonales se han visto trastocados por la pandemia, especialmente en los núcleos familiares y en su forma de organizarse. Ante ello, es importante abrir nuevos caminos hacia los destinos a los que se puede apostar con miras a un mundo pospandémico más fraterno y comunitario.
Para tener una organización familiar adecuada recomendó llegar a convenios en donde todos los integrantes de la casa cumplan con asignaturas domésticas y de cuidado. Asimismo, anticipar mecanismos de prevención y gestión en caso de que algún habitante del hogar enferme de COVID.