¿Es posible crear una nueva moneda, sin más? Para ello, es necesario comprender qué es el dinero, para qué sirve y quién lo controla. El libro Para vivir libres de dinero-deuda ¡Creemos nuestras propias monedas comunitarias!, presentado en la IBERO Puebla, explora el rol del intercambio monetario en las sociedades y si es viable para las comunidades autónomas trascender el sistema internacional.

De acuerdo con el texto, solo el 3% de todo el dinero que circula en el mundo se encuentra en forma de billetes y monedas; el resto es creado a partir de préstamos bancarios. “Al estar en manos privadas, el dinero se utiliza para lo que las empresas saben: hacer negocios”, explicó el catedrático de la Universidad Jesuita, Juan Carlos Domínguez Vergara.

Las entidades financieras prestan dinero y generan intereses para producir ganancias. Esto deriva en especulación, la cual puede estar presente en todo aquello que puede ser medido en clave monetaria: desde bienes materiales y servicios hasta elementos de la naturaleza. El libro se centra en este modelo y debate si el dinero ha dejado de representar un bien común.

Domínguez Vergara valoró la hipótesis planteada por la autora, Claudia Caballero Borja, quien asegura que el dinero se utiliza de forma corrupta. “La base del dinero es la confianza. El sistema de mercado ha convertido la confianza en usura. Hay que buscar la manera de cambiarlo”.

El académico llamó a adoptar un paradigma centrado en la colaboración, la creatividad y la vitalidad. De ahí la intención de muchas comunidades de consolidar un sistema que lleve al mínimo el uso del dinero-deuda para optar por un esquema basado en la eliminación del interés y la especulación: su principal uso sería el fomento de la producción y el intercambio.

Desde el bilimbique del México revolucionario hasta el bitcoin, la creación de monedas no es un tema nuevo; el reto está en su operatividad. “El plan de este libro es crear dinero comunitario. Se dice fácil, pero el sistema de mercado ha permeado mucho y ha propiciado el individualismo”.

Cada comunidad en desarrollo se enfrenta a procesos de desvinculación presentes en los entornos cotidianos, incluidos los de intercambio comercial. “Ahora vamos al supermercado y nos atiende una máquina”, indicó la profesora de la IBERO Puebla, Rocío García Bustamante.

Resignificar el concepto de dinero implica volver a los orígenes del intercambio, previos a los principios clásicos de la economía basados en la explotación y el despojo. Al mismo tiempo, demanda una reestructura de la idea de riqueza en favor de una mirada de necesidades colectivas.

Para vivir libres de dinero-deuda ofrece algunas pistas para identificar estas necesidades, siendo en la escucha activa y la valoración de prioridades comunes algunos de sus pilares. Se habla también de un paradigma basado en dar y recibir. “No es que exista una salida a la problemática. Son ensayos que surgen en distintos espacios”.

García Bustamante evocó el caso del Tianguis Alternativo de Puebla del cual es cofundadora. Tras 15 años de operatividad, el espacio se ha convertido en un foro propicio para experimentar formas distintas de comercializar: más del 80% de los productores realizan intercambio de productos al final de las jornadas.

Vivir la economía

Claudia Caballero tiene un amplio historial en materia de monedas alternativas. A través de la plataforma Feria Multitrueke, la autora del libro ha hecho de las monedas comunitarias una experiencia irrenunciable en su vida. El manual surge a partir del interés de ilustrar el impacto social de un recurso que va más allá del valor de cambio.


“Estamos en una crisis civilizatoria tremenda. ¿El dinero que estamos utilizando es el que necesitamos hoy?”: Claudia Caballero.


Desglosó la especialista: “Cuando les compro con esta moneda hay alegría, gozo, ganas de compartir. Sabemos que estamos compartiendo no solo los productos, sino el tiempo y el esfuerzo: el proyecto de vida, el ideal de que estamos tratando de crear comunidad”.

Caso contrario ocurre en los intercambios con dinero convencional, donde las personas se convierten en parte de una cartera de clientes cuyo único fin es el consumo. La contrapropuesta es a consolidar la figura del prosumidor: consumidores que producen. “Estamos pensando en qué vamos a producir para satisfacer las necesidades de la comunidad”.

Caballero Borja reconoció que el cambio de paradigma requiere de ajustes considerables a nivel cultural que pongan en entredicho el modo de vida, siempre en clave colectiva. La comunidad, redondeó, se construye de forma constante en las dinámicas del día a día.