Enfocado a preservar el notable sitio patrimonial de Costa Rica y del mundo, un proyecto binacional, a cargo de la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y el Museo Nacional de Costa Rica (MNCR), investiga, conserva y restaura las milenarias esferas de piedra de la región del delta del Diquís, al sur del país centroamericano.
El Programa de Conservación de los Asentamientos Cacicales del Diquís, conducido por el INAH, a través de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), “Manuel del Castillo Negrete”, y el MNCR, finalizó este 31 de marzo su quinta temporada de trabajo en campo, la cual atendió, in situ, seis colosales esferas prehispánicas.
Las acciones, iniciadas el 14 de marzo en el sitio arqueológico Finca 6, ubicado en el cantón de Osa, se centraron en dos esferas que acusaban deterioros notorios, a las cuales se intervino en ‘cirugía mayor’, así como en otras tres con afectaciones menores, a las que se dio mantenimiento, y en una más, atendida por monitoreo.
Los coordinadores de la iniciativa binacional, la arqueóloga y restauradora de la ENCRyM-INAH, Isabel Medina-González, y el arqueólogo del MNCR, Javier Fallas Fallas, informaron que las esferas denominadas como B y D requirieron de mayores esfuerzos en función de la ‘historia de vida’ de cada una.
Explicaron que además de las alteraciones derivadas de la constitución de la roca, daños propiciados por cambios de temperatura y humedad en el ambiente, y las inundaciones causadas por huracanes y tormentas tropicales –siendo “Nate” el caso más reciente, en 2017–, otra problemática son las huellas dejadas por la compañía bananera que explotó los campos centroamericanos, en el siglo XX.
Finca 6, comentaron los arqueólogos, es un sitio que sufrió los impactos de la Compañía Bananera de Costa Rica, subsidiaria de la United Fruit Company, por lo que las esferas presentan daños diversos, por ejemplo, una huella, a manera de rasguño, dejada por un instrumento metálico en la Esfera D, al intentar moverla.
El proceso de conservación-restauración integral en las esferas B y D, las cuales miden 1.91 y 1.92 metros de diámetro, respectivamente, inició con su desenterramiento, dado que como medida de conservación preventiva se mantienen aproximadamente a dos metros de profundidad, mostrando solo sus coronas.
“La intervención –explicó Isabel Medina– incluyó limpieza superficial y estabilización mediante la aplicación de ribetes y resanes de morteros de cal-arena enriquecidos, para aumentar ligeramente la dureza, así como la colocación de capas de protección con estos morteros en los lugares pertinentes”.
Posteriormente se hizo la reintegración volumétrica y cromática, para nuevamente reenterrar los elementos con estratos de geotextil, grava y arena a su alrededor. “Hemos comprobado que esto permite una homogenización de la temperatura y humedad, evita el contacto con la acidez del suelo arcilloso, e impide el crecimiento de vegetación en las cercanías”, subrayó Javier Fallas al precisar que en esta temporada se hicieron además pruebas con techumbres de protección temporales, a fin de proteger algunas esferas en época de lluvias.
Un legado para difundir
Las esferas del delta del río Diquís son ejemplo de la maestría alcanzada por los escultores indígenas, pues si bien las halladas en Finca 6 datan del periodo Chiriquí (800-1550 d.C.), se han encontrado otras que establecen una continuidad histórica desde el periodo Aguas Buenas (300 a.C.–800 d.C.).
El que muchas de estas obras estén alineadas en dirección este-oeste, en asociación a la salida y la puesta del sol, así como por sus contextos sociales, favoreció para que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, ingresara este sitio a la Lista de Patrimonio Mundial, en 2014, reconociendo la complejidad de los asentamientos cacicales que habitaron esta área de la actual Costa Rica.
Con el fin de difundir esta herencia cultural, en 2021, el MNCR montó la exposición temporal Legado en piedra, curada por el propio Javier Fallas, la cual da cuenta de la importancia y los pormenores del diálogo institucional y del proyecto de restauración mexicano-costarricense, con el cual, desde 2013, se han atendido ocho esferas.
Las sedes de la muestra, detalló el arqueólogo, son el Museo Nacional de Costa Rica, en la ciudad de San José, y el Centro de Visitantes de Finca 6, donde el público puede conocer las esferas que han sido objeto de trabajos de restauración.
“La exposición –concluyó Isabel Medina-González– se inscribe en una serie de esfuerzos estratégicos para acercar estos legados patrimoniales a varias comunidades locales e indígenas, con los cuales se busca manifestar a un auditorio mayor que las esferas ‘son suyas’, fomentando un sentido de orgullo y también de corresponsabilidad, a cuyo mensaje también apela el proyecto de conservación-restauración entre el INAH y el Museo Nacional de Costa Rica”.
Cabe anotar que en esta labor colaboran, por parte de México, la restauradora de la ENCRyM, Adriana Castillo Bejero, así como el personal de la Embajada de México en Costa Rica y la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo, de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Por parte del MNCR participan el restaurador Alonso Silva y el arqueólogo Francisco Corrales, el especialista en apoyo logístico, Alonso Bonilla, la encargada del área de comunicación del MNCR, Wendy Segura, y personal del sitio Finca 6, encabezado por Jeisson Bartels, bajo la batuta de la directora del Museo Nacional de Costa Rica, Rocío Fernández Salazar.