Contar con un trabajo digno, condiciones de seguridad, horarios adecuados y acceso equitativo para hombres y mujeres, son parte de los derechos laborales ganados por los trabajadores, los cuales, sin embargo, van en retroceso, afirma Roberto Álvarez Manzo, académico de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán.
Se suman otros retos como la eliminación del empleo infantil y de las condiciones de explotación, dificultades para establecer organizaciones gremiales verdaderamente representativas o hacer efectivo el derecho al descanso y a la desconexión, refiere el experto.
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Ocupación y Empleo del INEGI (febrero de 2022), la población económicamente activa en nuestro país fue de 58.2 millones de personas, superior en tres millones a la del mismo mes de 2021, lo que implicó una tasa de participación de 58.7 por ciento.
No solo se trata de contar con un trabajo digno, sino también de cómo se organiza la producción en las empresas y quién termina llevándose sus dividendos; aquí vemos una situación complicada en la cual los empleados han alargados sus jornadas o tomado más de un empleo para tener acceso a un ingreso que medianamente les permita vivir con dignidad, señala Álvarez Manzo con motivo del Día del Trabajo, que se conmemora el 1 de mayo.
En su libro La sociedad del cansancio, el filósofo coreano Byung-Chul Han explica que atravesamos un periodo en el cual hay una gran incentivación a la autoexplotación: independientemente de que el empleador tenga exigencias, un elemento que socioculturalmente se ha desarrollado es el éxito por el logro, por un desempeño laboral que nos lleva a una dinámica de autoexigencia alta y que nos conduce a una situación crónica de fatiga.
“Es uno de los grandes retos en el trabajo: que la gente se reconozca en su empleo no sólo porque está satisfecha con lo que hace, sino porque eso es compatible con una vida propia, que va más allá de sólo trabajar”, precisa el académico.
A esta situación compleja se agrega un elemento más: la tecnología. “Veo difícil que el desarrollo tecnológico se pause. Hay nuevos inventos, gadgets, prototipos, y en ese avance se encuentra comprometida una cantidad de dinero e intereses fabulosos. Si cada día las máquinas suplen más las labores que llevan a cabo las personas, el futuro de los trabajadores se advierte complicado”.
En consecuencia, aclara, vienen más retos para ellos, de calificación para poder operar dentro de las nuevas tecnologías; y que las personas se inserten en el mercado laboral.
No debemos olvidar que existe una brecha digital consistente en tener acceso a las nuevas tecnologías y estar familiarizados con ellas. En consecuencia, un sector de la población podría estar en un predicamento serio, alerta Álvarez Manzo.
En ese sentido, el empleo en su forma tradicional se está agotando y entrando en crisis. A partir de la pandemia tomaron fuerza nuevas modalidades de trabajo, como el home office, enfatiza.
Según el Termómetro Laboral de la plataforma OCCMundial, 55 por ciento de las personas quienes participaron en una encuesta dada a conocer en noviembre pasado estarían dispuestas a renunciar a sus empleos si no cuentan con un esquema híbrido o modalidad de trabajo en casa, siempre y cuando tengan otra opción de empleo; sólo 21 por ciento se quedaría y se adaptaría a lo que la empresa establezca, debido a que su mayor preocupación es la edad.
Para Roberto Álvarez lo anterior podría deberse a patrones socioculturales entre las nuevas generaciones, a las condiciones de precarización del empleo (desde casa se podrían atender dos o tres y contar con mayores ingresos), o a que las personas buscan tener vida propia; “los desplazamientos implican mucho tiempo, inseguridad o estrés, y muchos quieren prescindir de esa parte”.
Sin embargo, apunta, hay que considerar quiénes pueden tener acceso al home office; hay grupos, como el informal, precarizado, que carece de esa posibilidad. “No hay que dejar de visibilizar a ese sector de la población que no puede aspirar al teletrabajo por condiciones de pobreza, marginalidad o vulnerabilidad”.
La actividad a distancia, además, ha dejado atrás la legislación laboral, la cual debe actualizarse. Aunque se han hecho modificaciones (como las reformas al Artículo 311 de la Ley Federal del Trabajo en materia de teletrabajo), aún existen desafíos en la materia porque “la realidad es cambiante, sobre todo si hablamos de cuestiones tecnológicas”.
Se legisla de acuerdo con una realidad, en un momento determinado, por lo que deben existir mecanismos para atender situaciones específicas a cada tipo de trabajo a distancia, con base en cómo se organiza o ejecuta. La reglamentación debe ser dinámica y flexible, o pensar en otras modalidades normativas que puedan ser adecuadas para este caso, opina el experto.
Conmemoración
En 1886 miles de trabajadores de Chicago, Estados Unidos, cansados de ser explotados, decidieron defender sus derechos laborales y se lanzaron a las calles para exigir el respeto de una jornada de trabajo de ocho horas, el derecho a la huelga, a la libertad de expresión y asociación, así como a un trabajo y salario justo. Varios murieron en el intento.
Tras esos sucesos, la Segunda Internacional -organización formada en 1889 por partidos socialistas y laboristas que deseaban coordinar su actividad- dio un gran impulso a los esfuerzos por constituir el 1 de mayo en el también llamado Día Internacional de los Trabajadores.
En México se celebró por primera vez el Día del Trabajo en 1913, cuando 20 mil obreros marcharon y exigieron al gobierno la implantación de la jornada de ocho horas. En 1923, el presidente Álvaro Obregón decretó el 1 de mayo como el Día del Trabajo, pero hasta 1925 se estableció la conmemoración de forma oficial.
Con la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (1917) se reconocieron los derechos de los trabajadores. En el Artículo 123 de la Carta Magna se establecen algunas de estas garantías. También se elaboró la Ley Federal del Trabajo para regular las relaciones laborales.