Se calcula que al año, de marzo a octubre, ocurren en México 50 tornados, aunque su época de mayor incidencia es de mayo a agosto, por ello es de vital importancia estar informados y conocer el fenómeno para tomar mejores decisiones al momento de enfrentarlo, explicó el investigador del Departamento de Geografía Física del Instituto de Geografía de la UNAM, José Francisco León Cruz.
“Si no los llamamos por su nombre a final de cuentas estamos minimizando el impacto que puede llegar a tener, pero también es importante aprender a diferenciarlos de otras manifestaciones de tiempo severo”, indicó.
Es necesario, subrayó, conocer las posibles consecuencias que pueden dejar a su paso, ya que dependiendo de su intensidad y duración llegan a arrancar árboles, cableado, techos, incluso levantar objetos que pueden salir proyectados a una velocidad de hasta 300 kilómetros por hora.
Por ello, para contar con conocimiento general del fenómeno y a partir de ahí tomar medidas que se enfoquen en políticas públicas con un impacto directo en la sociedad, desde hace ocho años el universitario recaba y divulga información sobre el fenómeno mediante su proyecto “Tornados México”.
De manera popular se conocen como culebras, trombas, serpientes o dragones, pero su nominación correcta es tornados; en México son más comunes de lo que se piensa.
León Cruz, especialista en fenómenos meteorológicos y climáticos extremos y uno de los 12 científicos en nuestro país que los estudia, detalló que se presentan desde siempre, de hecho hay registros al respecto de la época de la Conquista.
Sin embargo, películas de Hollywood presentan una versión errónea de este fenómeno natural al mostrar grandes vórtices que dan indicio del fin del mundo, pero en realidad existen dos tipos: los supercelda, que son grandes, con enormes vórtices que giran, con vientos fuertes y que pueden destruir ciudades.
El otro son los no-supercelda, los cuales son más delgados, de menor duración e intensidad de viento, “pero igual de peligrosos puesto que ocurren en zonas normalmente rurales, donde las condiciones de construcción no son las mejores”, alertó.
La presencia de ambos tipos son más frecuentes en el norte del país: Coahuila, Tamaulipas y Nuevo León, debido a las características geográficas y condiciones ambientales en esa zona.
En cambio, en el centro de México, en estados como Tlaxcala, Puebla y Estado de México se han presentado únicamente de tipo no-supercelda, como el ocurrido en 2012 cuando uno cruzó por el Zócalo de la Ciudad de México y sorprendió al plantón que estaba en ese momento, levantando por los aires sus lonas, carpas y pertenencias, recordó el investigador.
Por medio de Twitter, Facebook e Instagram comparte y recibe información de los usuarios quienes publican fotos y videos de los eventos para caracterizarlos y obtener más datos sobre estos acontecimientos violentos y destructivos. Invitó a documentarlos con precaución y a ser parte de la comunidad de usuarios de @Tornados México.
“Podemos monitorear la atmósfera en algún momento a partir de imágenes de satélite, pero estas no nos dicen dónde hay un tornado ni la zona potencial de su generación, el punto exacto no lo tenemos. Entonces, no podemos determinar su origen a partir de estas herramientas tecnológicas, se necesita siempre de un observador que confirme el fenómeno y a partir de ello empezar a localizarlo”.