Aún es menor de edad y su secreto no se advierte a simple vista. Se conduce como cualquier adolescente, pero su dignidad ha sido violentada. Ella vive con sus padres y su hermana mayor. Asiste a la preparatoria, su segundo hogar, donde las horas pasan entre pláticas, clases y actividades que buscan fortalecer su intelecto, pero también su espíritu.

La convivencia diaria le genera confianza en una profesora, con ella las palabras fluyen mejor que en su propia casa, donde la violencia la ejerce su padre, quien decide que sus hijas tienen la “obligación” de cumplir con los deberes maritales, porque según él la madre no lo satisface. La docente conoce esta situación, la aconseja y da parte a sus superiores. Ahora sabe que tiene el respaldo legal y psicológico; sin embargo, las amenazas del hombre que debería protegerla, aún ejercen presión sobre ella.

Cualquier estudiante puede sufrir distintos tipos de violencia, la cual puede ser normalizada, encubierta o no visibilizada, sobre todo en una cultura patriarcal que vincula los roles femeninos a la idea de debilidad o inferioridad, afirma el titular de la Dirección de Acompañamiento Universitario (DAU), Juan Carlos Pinacho Cruz, quien subraya que la pandemia por COVID-19 dejó al descubierto el grado de vulnerabilidad que enfrentan mujeres y niñas en sus propios hogares.

En la BUAP, por ejemplo, tan sólo en lo que va de este año se registró un incremento en los servicios de apoyo emocional. Las estadísticas de la DAU refieren que en 2018 tuvieron 3 mil 677 usuarias; en 2019, 3 mil 308; y en lo que va de 2020 un total de 4 mil 126, lo que representa un crecimiento de 25 por ciento.

En 2019, sólo mil 876 hombres utilizaron estos servicios, y en lo que va de 2020 la cifra es de mil 503, lo que refleja, de acuerdo con Pinacho Cruz, una falta de cultura de autocuidado en los hombres, sobre todo en lo emocional. “Suelen delegar el cuidado de su persona a un tercero: la mamá, la abuela, hermana, tía, esposa, novia o hija, ellas son quienes cuidan, y eso está muy vinculado con la forma en la que aprendemos a ser hombres, con esa masculinidad hegemónica y machista”.

En este sentido, la BUAP, que no es ajena ni indiferente a los problemas de violencia y discriminación que enfrentan las y los estudiantes, busca garantizar la igualdad entre los miembros de su comunidad, a través de la creación de protocolos de género, programas, talleres, asesoría legal, terapia psicológica y acompañamiento emocional.

Para llevar a cabo estas acciones, la Universidad se apoya en la Dirección de Acompañamiento Universitario (DAU), la Oficina de la Abogada General, la Dirección Institucional de Igualdad de Género (DIIG) y la Defensoría de Derechos Universitarios (DDU), entre otras instancias que trabajan para evitar la discriminación y la violencia de género dentro de la comunidad, además de impulsar la inclusión de la perspectiva de género en las áreas sustantivas.

Una tarea compleja, pero necesaria

En el marco del Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, decretado oficialmente por la ONU en 1999, la tarea se observa compleja, sobre todo ante los altos índices de impunidad que hay no sólo en el estado, sino también en el país.

Organizaciones de la sociedad civil OSC reportaron en abril de este año 11 feminicidios al día. Datos del INEGI indican también que 43.9 por ciento de la población femenina ha enfrentado agresiones del esposo o pareja actual y 53 por ciento reporta violencia por parte de un agresor distinto a la pareja.

En lo que va del año hay un registro de 47 feminicidios en Puebla, que se ubicó en la sexta posición nacional con el mayor número de casos ocurridos en los primeros 10 meses del 2020, de acuerdo con la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) del gobierno federal.

Para visibilizar la violencia que sufren las mujeres en el mundo se instauró el Día Naranja, como se conoce a este movimiento, que se conmemora no sólo cada 25 de noviembre, sino cada 25 de mes. En esta fecha se busca movilizar a la opinión pública y a las organizaciones para emprender acciones concretas que fomenten la cultura de la no violencia contra las mujeres y niñas. Respecto a la elección del naranja, este color responde a un anhelo por un futuro brillante y optimista, libre de violencia para todas.

Mucho más allá de las cifras, el trabajo conjunto

Como parte de las acciones que diariamente realiza la Universidad y que han sido impulsadas por el Rector Alfonso Esparza Ortiz, destaca la línea de emergencia (22 23 44 89 05) de la DAU, que actualmente atiende de lunes a domingo, de 9:00 a 21:00 horas. A través de este canal, los y las estudiantes pueden recurrir de manera inmediata a psicólogos que los escuchan y orientan.

Respecto a los casos donde existe una mayor injerencia, el maestro Pinacho Cruz señala la violencia entre estudiantes, especialmente en relaciones de pareja, y destaca que son principalmente las mujeres quienes buscan el apoyo, sobre todo cuando ya existe ciertos tipos de violencia.

“Cuando ya existe violencia física o psicológica hemos tenido la posibilidad de incidir para romper ese vínculo; sin embargo, el trabajo debe ser constante porque la vulnerabilidad emocional en la que se encuentran esas mujeres las puede hacer propensas a mantener un ciclo de violencia, por eso la importancia de la atención, para reducir riesgos”.

También señaló que cuando un estudiante varón solicita la atención emocional para temas de pareja, regularmente involucra a su novia porque piensa que a partir de la atención que les den mejorará la relación, o bien será a través de las terapias como la novia entenderá que está actuando mal, cuando en realidad el del problema puede ser él.

Otra área en la que han tenido éxito en cuanto a la resolución de casos es en las quejas que se presentan en la Oficina de la Abogada General (OAG), ya sea por casos de violencia de género y discriminación o por asuntos que implican acoso o bullying por la orientación sexual o la identidad y expresión de género.

“Con ellos y ellas hemos tenido orientación emocional, pero también acompañamiento para que inicien una queja, las cuales sí han derivado en sanciones por parte de la OAG, lo que ha permitido satisfacer a la o al estudiante y continuar su proceso terapéutico. Desgraciadamente, también estamos conscientes que algunos problemas son estructurales y hay casos que salen de toda competencia de la Universidad o incluso implican un delito. Sin embargo, el compromiso por trabajar a favor de una vida libre de violencia y discriminación dentro de la Universidad continúa como uno de los ejes fundamentales de la actual gestión”.

La violencia que día con día mata a las mujeres representa un desafío no sólo para los futuros ciudadanos que se forman dentro de la Universidad, se trata de un reto para el Estado y para la sociedad en su conjunto, por eso la importancia de incluir el análisis y la mirada de la academia desde distintas disciplinas, además de las acciones que buscan promover, proteger y garantizar los derechos humanos con la implementación de políticas y acciones de prevención.

Por Veral