El viernes 14 de enero se dio por concluida una jornada de tres días para la aplicación de 98 mil 490 dosis de refuerzo en 16 sedes distribuidas en todo el estado, para facilitar el acceso a todos los trabajadores de la educación de instituciones públicas y privadas del estado de Puebla, todo esto con el firme compromiso de continuar el ciclo escolar con mayores condiciones de seguridad y con ello, poder garantizar el Derecho a la Educación en tiempos difíciles, tiempos en dónde más se necesita la solidaridad hacia la razón de ser de nuestra vocación y trabajo: ¡nuestros aprendientes!
Cabe destacar que en nuestra entidad contamos con la presencia de la
maestra Delfina Gómez Álvarez, secretaria de Educación Pública federal, quien
acompañada de nuestro gobernador Miguel Barbosa, puso en marcha la jornada de vacunación nacional de refuerzo para las y los trabajadores de la educación; la cual consistió en la aplicación de 2 millones 686 mil 320 dosis.
Una cifra, por demás importante que denota la existencia de un cambio de
régimen preocupado por hacer de los derechos plasmados en la Constitución no un mero discurso sino una realidad palpable y verificable.
En Puebla, la jornada de vacunación implicó un esfuerzo logísticamente
desafiante, pero que, gracias al esfuerzo solidario y coordinado, encabezado por
nuestro gobernador del estado Miguel Barbosa, los Servicios de Salud del Estado
de Puebla, la Secretaría de Educación, la Brigada Correcaminos; gobiernos
municipales, una sociedad civil con alta responsabilidad social, y la participación
ordenada de los trabajadores de la educación se cumplió y dio los resultados
esperados. Mi gratitud y reconocimiento.
Entre otras cosas, lo anterior revela que cada vez somos más conscientes del cuidado propio y de los demás, que la base de la salud se encuentra en la autorregulación y que el cuidado constituye la categoría central del nuevo
paradigma de civilización que trata de emerger en todo el mundo.
Y es que, por utilizar una analogía, el VIRUS llamado SARS-CoV-2, está
utilizando una cruel pedagogía para hacernos entender algo. El punto de quiebre es saber si como humanidad escucharemos y entenderemos lo que nos está diciendo, o lo ignoraremos y continuaremos como si nada hubiera pasado.
De prevalecer lo segundo; más pandemias, inundaciones, sequías prolongadas y nuevas enfermedades no serán casos excepcionales, sino lamentablemente realidades cada vez más comunes.
Se requiere, por tanto, un cambio de paradigma y una transición hacia una
civilización distinta basada en el cuidado y en la defensa de nuestros derechos,
pero también de nuestros deberes. Cada uno-a según su ámbito de responsabilidad
y campo de acción. Cada uno-a según sus capacidades y posibilidades, cada uno-
a según sus horizontes y utopías realistas.
Se requiere de humildad para aceptar que en esta nave llamada tierra, como
dice Juan Rulfo “o nos salvamos juntos o nos hundimos separados”. El desafío y la
respuesta está en nuestras manos.
No está de más recordarlo; nosotros necesitamos del planeta tierra para vivir,
pero ésta, la Gaia, como nos demostró el científico James Lovelock, se autorregula
como organismo vivo y, por lo tanto, no requiere de nosotros para subsistir. Es
crudo, pero cierto. A la Gaia-Tierra, los humanos, le somos prescindibles.
La Pandemia nos ha enseñado que para la interdependencia humana y el complejo sistema natural construido durante cientos miles de años, los virus son fundamentales para la vida, para los animales, para la naturaleza y también para nosotros, pero como especie humana hemos roto el equilibrio de los ciclos vitales de la comunidad de vida. Nuestro comportamiento expoliador hacia la naturaleza de la cual somos parte, ha provocado cambios drásticos, trastornos, en las transmisiones de virus que pueden llegar a los humanos y causar catástrofes como la que nos ha tocado vivir.
Comprendámoslo, si matamos el virus, pero seguimos con el mismo modelo
de desarrollo, de Estado y de sociedad, vendrán otros virus y otros desafíos que
alterarán la convivencia humana. Por ello, tenemos que repensar y cambiar nuestra
forma de producir, consumir y convivir.
Se requiere de una defensa de nuestros derechos como humanidad, pero sin
dejar de lado los deberes. Porque la conjugación de ambas da como resultado seres humanos responsables, social y ecológicamente conscientes y que se respetan así mismos.
No hay futuro posible si continuamos de esta manera, de ahí la urgencia para
que, desde la escuela se abran nuevos debates y discusiones sobre las alternativas y modelos que han de surgir, por eso el especial énfasis en que nuestros
aprendientes y trabajadores de la educación nos asumamos como individuos
sentipensantes, que desde nuestro papel y en solidaridad configuremos nuevos
mundos y realidades.
La escuela de hoy nos debe obligar a pensar sobre el futuro común de
nuestra especie y de la Casa Común. Todo debe comenzar con una sensibilización
general. En casa y en la escuela es donde esta nueva conciencia ha de florecer y
surgir. Aprender a conocer todo lo que el pasado nos legó, aprender a pensar,
aprender a vivir, aprender a convivir; aprender a cuidar, aprender a ser más
humanos y espirituales.
De ahí, se destaca la importancia de la vacunación, porque el miedo es una
emoción humana y natural, pero el cuidado de uno y de todos es una elección
consciente y deliberada.
¡Construyamos juntos nuevos caminos y senderos de civilización!