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Desde los años 40 del siglo XX, cuando inició la exploración de la Zona Arqueológica de Xochicalco, en Morelos, de la mano del investigador Eduardo Noguera, un tema de debate ha sido el origen de las figurillas líticas antropomorfas de este sitio patrimonial, ya que algunos especialistas, como el propio Noguera, las asocian con el estilo mezcala, característico del estado de Guerrero durante el Epiclásico (650 a 900 d. C.) y otros le vinculan con Teotihuacan, la gran urbe clásica de la que Xochicalco habría sido heredera.

Con miras a responder a esa interrogante, un proyecto, conducido por investigadoras del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS, por sus siglas en francés) de Francia, cuestiona los orígenes de 786 piezas líticas antropomorfas recuperadas hasta hoy en Xochicalco, a fin de ubicar desde el laboratorio sus límites tanto temporales como espaciales.

Al presentar esta iniciativa dentro del coloquio “Imitación, adopción e innovación en Mesoamérica”, organizado por El Colegio Nacional, la arqueóloga Juliette Testard, del CNRS, en representación de sus coautoras adscritas al Centro INAH Morelos, Claudia Alvarado León y Silvia Garza Tarazona, hizo tres planteamientos.

El primero de ellos, comentó durante la conferencia  Figurillas de piedra de Xochicalco. Entre Teotihuacán y Mezcala: ¿imitación o innovación?, es que efectivamente sean materiales sincrónicos de la tradición mezcala, importados desde el actual territorio de Guerrero.

La segunda posibilidad es que sean diacrónicos, esto es, reliquias que los xochicalcas habrían obtenido en Teotihuacan tras el colapso de esta metrópoli del Clásico (150-650 d. C.); ello como una forma de legitimar su origen desde una cultura prestigiosa del pasado.

Una tercera probabilidad es que se trate de producciones locales, lo cual evidenciaría que los xochicalcas tuvieron la intención de crear un estilo propio y ecléctico, que habría abrevado tanto de sus culturas contemporáneas, a la par que replicado algunos rasgos de tradiciones previas.

“Hace dos semanas iniciamos los análisis de caracterización de materiales en las figurillas, en colaboración con el investigador de la UNAM, Guillermo Acosta Ochoa, y posterior a ello planteamos emprender exámenes de huellas de manufactura, con apoyo del doctor Emiliano Melgar Tísoc, del Museo del Templo Mayor”.

La investigadora del CNRS ejemplificó que, entre los rasgos que parecen asociar a las figurillas con la tradición mezcala, están las morfologías alargadas y prismáticas; nariz y brazos marcados con líneas diagonales; cabeza redondeada y dimensiones pequeñas.

Asimismo, las similitudes que los arqueólogos encuentran con la influencia teotihuacana, son las posturas de las manos con las palmas hacia el frente, los rasgos más naturalistas de algunas esculturas y elementos específicos como los tocados en forma de ‘T’ invertida.

“Desde los años 40, el tocado en forma de ‘T’ invertida es un marcador diagnóstico de la influencia teotihuacana. Se cree que simbolizan la carga del tiempo o la legitimidad en el poder”.

Los resultados de todos los estudios citados, finalizó Testard, permitirán entender de mejor forma las redes de interacción que la elite de Xochicalco –dado que las figurillas proceden de estructuras como el Edificio de la Serpiente Emplumada o la Acrópolis, en el área núcleo del sitio– emprendió con sus vecinos, o al recuperar artefactos teotihuacanos que, en esa época, tendrían hasta 500 años de antigüedad.

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Por Veral

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