“Esta plática, lo que quiere es ser un poquito disruptiva, un poquito nombrar las enormes violencias históricas que han dado forma al amor, que probablemente ahora seguimos persiguiendo”, comentó Aridaí Barrera Castillo, egresada de psicología de la IBERO Puebla, profesora y terapeuta, al impartir la conferencia Hablemos de amor romántico, ante estudiantes de Psicología.

Junto con su esposo Daniel Garza Torres, egresado de la Maestría en Psicología Clínica, charlaron con los jóvenes sobre los diferentes mitos que rodean al amor romántico y que han perpetuado la violencia a lo largo de la historia.

Daniel compartió que cuando comienzan los asentamientos humanos sedentarios, una de las primeras propiedades privadas en surgir fue la mujer; y con eso, comenzaron a generarse contratos en donde el adulterio par parte de ella sería muy penado, al ponerla en riesgo de que el hombre no reconociera a sus hijos.

La mujer tenía que comportarse conforme a ese acuerdo, pero el hombre tenía libertad de tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, mientras los hijos que surgieran no tuvieran derechos. “Las uniones entre las familias lo que garantizaban era el status quo. A la fecha, sigo escuchando en psicoterapia: es que mi mamá dice que mi novio no es de mi código postal”.

Actualmente se cree que la pareja debe ser “mi Walmart”, es decir, “siempre debe estar surtido, debe de tener de todo y me debe de dar de todo, en todo momento; y es la única fuente de satisfacción y de amor a la que yo tengo derecho a aspirar”, apuntó Garza Torres.

Aridaí comentó que se experimenta mucha frustración en “no ser el Walmart de nadie”, en no ser elegido o elegida. “Parece que el gran triunfo de la sociedad de ahora es conseguir ser amado; si no tengo una pareja que valide esta experiencia, hay una sensación de fracaso y un sufrimiento muy grave”. Como la gente ya no se casa tan joven, ya no sabe qué hacer o hacia dónde ir.

El primer mito que expusieron fue el de la media naranja, que presupone que existe una persona predestinada para otra y sólo con ella se puede ser feliz. Además, promueve la creencia de que los seres humanos están incompletos.

“Tenemos a mucha gente sufriendo entre 30, 40, 50 años por qué no ha encontrado a su alguien muy especial”. Es muy distinto aproximarse al encuentro amoroso entendiendo que no se necesita al otro, en absoluto. “Para las mujeres, conseguir la media naranja, tenía que ver con conseguir poder para subsistir […] si no tengo un alguien que me elija, no existo”, resaltó la psicóloga, subrayando que es muy grave, porque parece trabajo de la mujer colocarse para ser elegida, como esa propiedad privada de antaño.

El segundo mito es el de la exclusividad y se refiere a que el amor romántico sólo puede sentirse por una única persona. Y una vez que se elige, es para siempre. “Aguas, porque puede atravesar un montón de violencias también”, apuntó Daniel Garza.

Barrera Castillo complementó la idea al señalar que “el amor es una cosa que trasciende por mucho a la pareja” y en la exclusividad se cree que se debe entregar todo lo que la persona es y puede dar sólo a la pareja.

La creencia de que todos los deseos pasionales y eróticos deben satisfacerse, exclusivamente, con una persona, la propia pareja, es lo que dicta el mito de la fidelidad. “Si en serio me amaran, el verdadero amor implica que nunca, nunca, nunca jamás se te puede antojar o puedes estar con otra persona que no sea yo; es todo para mí”, lo cual es muy irreal explicó Aridaí.

Elegir a alguien como pareja en exclusividad, es un reto, manifestó el psicólogo. Una monogamia un poco más humana, menos restringida haría reconocer que se puede sentir deseo por más de una persona; pero si es importante para ella hay que respetarlo, en la medida que no se renuncie a sí mismo.

“No todo deseo que se cruce por nuestra cabeza es expresión profunda de lo que somos y de lo que más nos construye”. Es sólo un ámbito de la construcción de la persona, que es mucho más amplia, pero se cree que es lo único que hay que atender en la existencia.

Los psicólogos recordaron que todas las elecciones amorosas se insertan en una arquitectura cultural de formas distintas. El amor no está fuera de eso y su concepción está puesta en esa construcción. “No amamos sobre la nada, es decir, cada que nosotras, nosotros amamos a alguien, lo amamos dentro de un contexto específico, dentro de referentes aprendidos”, señaló Daniel Garza Torres.