Comparte:

En México se generan 42 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos al año, y únicamente se recicla el 14 por ciento. Además, 70 por ciento de la basura termina en rellenos sanitarios que, en numerosas ocasiones, son tiraderos a cielo abierto lo que ocasiona contaminación del suelo y el agua, así como afectaciones para la salud, afirmó Arcadio Monroy Ata, académico de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza.

El también responsable de la Unidad de Investigación en Ecología Vegetal de la entidad señaló que el principal obstáculo para el reciclaje de los desechos es que no se separan desde su origen y al mezclarlos pierden su valor y se convierten en basura.

Si se tomara el hábito de hacerlo, “casi todos podrían entrar a las cadenas de reciclaje”, y recordó que cada habitante de la Ciudad de México, por ejemplo, produce un kilo y medio de desechos al día en promedio.

De los residuos sólidos que se generan en el país, la mayoría, 53 por ciento, son orgánicos, los cuales además son húmedos porque se consume una cantidad importante de cítricos y otras frutas, y eso contribuye a que sean más pesados. En Europa, donde no son tan húmedos, se incineran para producir energía eléctrica, ejemplificó.

Asimismo, 14 por ciento es papel y cartón, seis por ciento vidrio, cuatro por ciento plástico (en peso, no en volumen), tres por ciento metales (como las latas de aluminio) y el uno por ciento textiles; el 19 por ciento restante corresponde a otro tipo de materiales, explicó el científico.

De las aproximadamente ocho millones de toneladas de desechos plásticos que se generan al año, solo se recicla 32 por ciento. “México es uno de los principales consumidores de bebidas envasadas en PET y a pesar de que ese material se vende de tres a siete pesos el kilo, no hay suficiente infraestructura para reciclarlo todo. En la Ciudad de México, por ejemplo, se aprovecha 90 por ciento, pero en el resto del país solo 56 por ciento. Los envases terminan, incluso, en el mar”.

Otro uso a los textiles

Según un estudio realizado en 2018 por una plataforma para planificar compras, en México cada año se compran más de mil 700 toneladas de ropa para el regreso a clases (camisas, playeras, pantalones, ropa deportiva), y más de 270 toneladas caen en desuso al inicio de cada curso escolar.

A nivel global, uno por ciento de textiles que se tiran es reciclado. En México ese porcentaje es de 0.5, es decir, si cada persona en promedio tira tres kilogramos, sólo se recuperarían 15 gramos. Aunque, poco a poco aumenta el número de centros de acopio para reciclaje de telas y donación de ropa.

Monroy Ata destacó que, en el caso de los textiles, hay empresas que realizan dos tipos de procesos: de reciclaje y de reuso. Este último consiste en que algunas compañías van a las fábricas de ropa y compran la retacería, de mezclilla por ejemplo, para elaborar otros productos como tenis.

El investigador expuso que en el reciclaje se realiza con prendas que se desechan y luego son separadas de acuerdo con su composición: algodón, algodón-poliéster, entre otras composiciones.

El primer paso del proceso es desteñirlas mediante procesos químicos, posteriormente se disuelven para recuperar la materia prima; si es algodón, se obtienen nuevamente copos o borra que se somete a procesos de hilado para después ser teñido y fabricar una nueva prenda.

En México, continuó, hay compañías que fabrican toallas y cobijas con estos materiales reciclados, y recientemente tela para ropa de moda. “La actriz británica Emma Watson, por ejemplo, solo usa ropa hecha con telas recicladas; muchos consumidores, sobre todo jóvenes, están siguiendo su ejemplo”.

El científico resaltó que para evitar dejar a las siguientes generaciones un mundo contaminado, sin bosques ni selvas, lleno de basura, es necesario promover la cultura del reciclaje y para ello se necesita educación ambiental. “Debemos reconocer que cada una de nuestras acciones tiene un impacto sobre el medio y asumir esa responsabilidad”.

En ese sentido, dijo que otras naciones aventajan a México en ese ámbito. Por ejemplo en Suecia son campeones del reciclaje de residuos sólidos y tienen una educación ambiental práctica en sus hábitos cotidianos; ahí los ciudadanos participan en la separación en contenedores especializados, que incluyen ropa, zapatos, medicamentos o componentes electrónicos.

Estímulos en vez de multas

El académico de la FES Zaragoza consideró que las personas no cambian sus hábitos por decreto, y recordó que cuando en México se estableció en la ley separar los residuos en orgánicos e inorgánicos, no sucedió lo esperado, todo quedó en letra muerta. Se instalaron botes separadores en numerosos sitios, pero en realidad la gente coloca sus residuos indistintamente.

“En Curitiba, Brasil, se hizo un programa llamado ‘la basura no es basura’ para cambiar los residuos sólidos separados por boletos de transporte público. La gente participó porque se beneficiaba su bolsillo. En la Ciudad de México se intercambian residuos sólidos separados por verduras orgánicas, en fines de semana y solo en pocos sitios, y aunque la idea es buena, es insuficiente. Sería un éxito si fuera a cambio de tarjetas para viajar en Metro o Metrobús”, aseguró Monroy Ata.

El autor de La huella ecológica de estudiantes mexicanos explicó que en vez de sanciones, como multas, deben existir estímulos tales como reconocimientos y premios en los centros de estudio y de trabajo para quienes tengan el mejor comportamiento ambiental.

A escala global, opinó, la mayoría de las empresas tendrán que ser sustentables, en alguna medida, en un plazo de 10 años para tener cabida en el mercado, sobre todo de los jóvenes, quienes saben que el poder del consumidor es muy alto y que comprando productos o servicios con base sustentable contribuyen al cuidado del ambiente. “Aunque generalmente tales productos son más caros, poco a poco se transita a una mayor sustentabilidad”.

Calcular nuestra huella ecológica

Arcadio Monroy explicó que la huella ecológica es un indicador cuantitativo del impacto ambiental que generan las personas al ambiente, y se refiere a la superficie de tierra o mar que requiere cualquier individuo para satisfacer necesidades básicas, como alimentación y agua.

“Hace diez años era de 1.6 hectáreas, para cada humano, el umbral de sustentabilidad a nivel global; es decir, alrededor de campo y medio de futbol”. El problema es que la huella ecológica en los países, sobre todo desarrollados, es de 8 a 10 hectáreas por persona, lo que significa que consumen más bienes, productos y servicios y generan el doble de basura.

Eso ha provocado el aumento del dióxido de carbono en la atmósfera, por la excesiva quema de combustibles fósiles. Antes de la Revolución Industrial, a mediados del siglo XIX, ese gas de efecto invernadero era de 280 partes por millón, y en 2021 es de 412. Esto es el origen del calentamiento global que ha generado la polarización del clima: sequías prolongadas, lluvias intensas, veranos con mayor temperatura, inviernos más fríos, incendios, etcétera.

“Si sé cuánto le cuesto al planeta por mi estilo de vida o mi patrón de consumo, también puedo saber qué actividades evitar para no generar tanto impacto ambiental o disminuir mi huella ecológica”. Calcularla es cuestión de minutos, se puede hacer en la página de la FES: www.impactoambientalindividual.com, sostuvo el biólogo.

El especialista señaló que la UNAM cuenta con la Coordinación Universitaria para la Sustentabilidad, por lo cual sería ideal que los alumnos adquirieran mayor educación ambiental, que conozcan su huella ecológica y participen en el cuidado del medio ambiente. “La propuesta es simple: hasta el presente hemos sido depredadores o parásitos de la naturaleza; ahora debemos ser simbiontes, es decir, cooperar con ella y así tener sus beneficios”.

Comparte:

Por Veral