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Desde su llegada a México en los años 50, Vicente Rojo ha sido un agente múltiple: pintor, diseñador, editor; su trabajo produce, a la vez que enmarca, la visualidad moderna en México.

Quizá la tensión más radical de su trabajo, además de la pasión ética que define su labor cultural e intelectual, ha sido la negociación entre el servicio social y utilitario del diseño editorial, y la defensa de la autonomía, opacidad y dificultad de la pintura.

En una gran parte de su carrera, Rojo sostuvo una diferenciación funcional y práctica de esas dos esferas de su trabajo, que refrendaba la oposición entre lo utilitario y lo estético, lo social y lo personal, lo comunicativo y lo enigmático, el gesto y la letra.

No obstante, esa voluntad de diferenciación, que hace de Vicente Rojo un paradigma de las alternativas modernistas en el mundo de habla española, es a veces suspendida a través de los puentes establecidos por la señal, la letra o el signo, motivos recurrentes en su producción.

Obras como Artefacto (1969), su mostrador de libros pintados, la lógica gráfica de series como Señales y Negaciones, en los años 60 y 70, lo mismo que su contribución a la historia del libro de artista —desde los Discos Visuales que produjo para Octavio Paz en 1968, hasta sus experimentos recientes de no-textos como Novela (2007) y Jaque Mate (2011)— configuran un espacio intermedio entre los campos estrictamente disciplinarios donde Rojo se desempeña.

En una gran parte de su carrera, Rojo sostuvo una diferenciación funcional y práctica de esas dos esferas de su trabajo, que refrendaba la oposición entre lo utilitario y lo estético, lo social y lo personal, lo comunicativo y lo enigmático, el gesto y la letra. No obstante, esa voluntad de diferenciación, que hace de Vicente Rojo un paradigma de las alternativas modernistas en el mundo de habla española, es a veces suspendida a través de los puentes establecidos por la señal, la letra o el signo, motivos recurrentes en su producción. Obras como Artefacto (1969), su mostrador de libros pintados, la lógica gráfica de series como Señales y Negaciones, en los años 60 y 70, lo mismo que su contribución a la historia del libro de artista —desde los Discos Visuales que produjo para Octavio Paz en 1968, hasta sus experimentos recientes de no-textos como Novela (2007) y Jaque Mate (2011)— configuran un espacio intermedio entre los campos estrictamente disciplinarios donde Rojo se desempeña.

De igual forma, en las múltiples colaboraciones que Rojo ha tenido con poetas, ensayistas y narradores —tales como José Emilio Pacheco, José-Miguel Ullán, Bárbara Jacobs, Miguel León Portilla, entre muchos otros— ha puesto en constante tensión el vínculo entre la imagen y la letra, en donde la primera conserva una determinada autonomía, al mismo tiempo que está ligada al tema y a lo que la letra enuncia.

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