Hoy, los escaparates de las panaderías brillan con glaseado y los aromas dulces invitan a más de uno a romper la dieta. El primer viernes de junio se celebra el Día Nacional de la Dona, una festividad que parece salida del marketing moderno, pero cuya historia se remonta a casi un siglo atrás… y con un origen sorprendentemente bélico.

Una dulce tradición con raíces en la guerra

El Día de la Dona nació en 1938 en Chicago, impulsado por el Ejército de Salvación para honrar a las mujeres voluntarias que repartían donas a los soldados estadounidenses durante la Primera Guerra Mundial. Aquellas mujeres, conocidas como las «Doughnut Lassies», preparaban los dulces en el frente, a veces usando cascos como freidoras improvisadas.

Redondas y revolucionarias

Aunque hoy las donas vienen en todas las formas y sabores imaginables, el clásico agujero en el centro tiene su propia leyenda. Se dice que un marinero estadounidense, Hanson Gregory, perforó el centro de una masa frita en 1847 porque le resultaba difícil cocerla uniformemente. Su invención fue tan práctica como deliciosa.

Curiosidades que dan hambre

  • Más de 10 mil millones de donas se consumen al año solo en Estados Unidos.
  • La ciudad con mayor cantidad de tiendas de donas per cápita es Los Ángeles.
  • Existe un récord Guinness por la dona más grande del mundo, creada en Nueva York en 1993: pesaba casi 2 toneladas y tenía un diámetro de más de 3 metros.
  • En Japón, algunas tiendas lanzan donas inspiradas en anime durante este día, fusionando la cultura pop con la repostería.
  • Canadá lidera el consumo per cápita de donas en el mundo, gracias en gran parte a la cadena Tim Hortons.
  • En México la franquicia Krispy Kreme México regala hoy donas a sus clientes para celebrar en grande, además da un 2×1.

Una excusa deliciosa

Más allá de sus cifras y leyendas, el Día de la Dona es, para muchos, una excusa perfecta para regalarse un momento dulce sin culpa. Desde la tradicional glaseada hasta las rellenas de crema o cubiertas de tocino, hay una dona para cada paladar.

Y como diría Homero Simpson, uno de los mayores embajadores ficticios de este anillo de placer: «Mmm… donas«.