En México existen casi 18.9 millones de niñas y mujeres adolescentes menores de 18 años, cifra que representa 15 por ciento de la población nacional en general; es un dato que tendría que constituir un llamado de atención para incrementar el desarrollo de políticas públicas en favor de ellas.

Además, hacer realidad la Convención de los Derechos del Niño, primer tratado internacional especializado de carácter obligatorio, así como la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes aprobada en México en 2014.

Lo anterior, de acuerdo con el académico de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, Pedro Daniel Martínez Sierra, quien considera: si bien podemos afirmar que hay avances en materia de reconocimiento y respeto a las garantías fundamentales de esta población, los esfuerzos son insuficientes.

Al respecto, ejemplificó que la mayor parte de las menores de edad está en situación de desventaja: sufren discriminación de género; son víctimas y testigos de actos de violencia sexual, física y psicológica; son objeto de trata de personas; desapariciones; además de secuestros y reclutamiento por parte del crimen organizado.

La violencia de género es sistemática e invisibilizada, está profundamente naturalizada al interior de las familias y esto se muestra en los estilos de crianza de numerosas madres y padres. “Son víctimas de actos de intimidación, humillaciones, explotación y todo tipo de discriminación, principalmente por su condición de género”.

También hay favoritismo hacia los varones en temas de educación, alimentación, vestido, salud y calzado, precisa en entrevista con motivo del Día Internacional de la Niña, que se conmemora el 11 de octubre.

Regularmente a las niñas y adolescentes se les asignan roles tradicionales como el cuidado de otros y algunas tareas domésticas, restándoles oportunidades y posibilidades de un crecimiento diferente.

En algunas zonas rurales de México padecen el matrimonio infantil que, según el Fondo para la Infancia de las Naciones Unidas, es muestra de las normas sociales y culturales y una de las formas generalizadas de abuso sexual, explotación y violencia, destaca el universitario.

Debido a esa práctica, resultado de costumbres arraigadas, cientos ven interrumpida abruptamente su infancia y adolescencia y, con ello, su pleno desarrollo. Se agrega el embarazo infantil y adolescente, no planeado, con frecuencia resultado de violación sexual, que ocasiona emparejarse a temprana edad.

Información de la organización internacional no gubernamental Save the Children refiere que ser niño es sinónimo de vulnerabilidad; si se es niña aún más, ya que enfrentan matrimonio infantil, mutilación genital, trata con fines de explotación sexual, falta de acceso a servicios médicos en el parto, exclusión económica, se les niega la voz o reconocimiento; también son las más afectadas en situaciones de emergencia y conflictos armados.

Empoderarlas

“Si bien en 2019 el Senado de la República aprobó la prohibición de los matrimonios infantiles en el país, en algunas comunidades indígenas de Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Chihuahua, entre otras, continúa siendo una práctica común por usos y costumbres, lo que constituye una grave violación a sus derechos humanos”, puntualiza el doctor en Pedagogía.

Martínez Sierra indica: entre los desafíos para el Estado y la sociedad está promover el empoderamiento de las niñas y adolescentes, así como el cumplimiento y reconocimiento de sus garantías inalienables. También es necesario que socialmente las visibilicemos como líderes, activistas en el mundo, generadoras de conciencia cívica.

Por ejemplo, las adolescentes activistas Greta Thunberg, quien obtuvo el reconocimiento internacional por pelear contra el cambio climático; o Malala Yousafzai, luchadora por la educación para las niñas en Pakistán, podrían resultar inspiradoras.

Si a una pequeña le interesa la ciencia, tecnología, arquitectura, medicina, deporte o el arte, debemos olvidarnos de los estereotipos de género que pueden llegar a existir y empezar a impulsar sus sueños, asevera Martínez Sierra.

De acuerdo con el experto, se requieren más acciones para revertir las problemáticas que hoy enfrentan, como: prevenir el abandono escolar y el embarazo a través del acercamiento a los derechos sexuales y reproductivos; erradicar la explotación; además de la incorporación de la perspectiva de género en las garantías de la niñez.

Asimismo, facilitar los espacios para el desarrollo de habilidades y oportunidades y, sobre todo, romper los estereotipos de género que tienen impacto en la escuela y las comunidades.

Son temas que tenemos pendientes y debemos ir subsanando a partir de una inversión en políticas públicas en beneficio de la infancia. Mientras esto no ocurra y percibamos a niñas, niños y adolescentes como agentes de cambio a futuro y no del presente, difícilmente las condiciones en las que viven podrían cambiar.

El Día Internacional de la Niña debe ser un llamado para que trabajen en conjunto Estado, instituciones y sociedad en beneficio de ellas para que tengan mayores y mejores oportunidades de desarrollo, estima.

La ONU estableció la efeméride para fomentar el reconocimiento de los derechos de las niñas y se den a conocer los problemas que enfrentan en el mundo, en particular en los países no desarrollados. Lo que esta fecha enmarca es una forma de visibilizarlas y la necesidad de promover sus derechos humanos, valores y potencialidades, pero también de dar a conocer cuáles son las problemáticas a las que se enfrentan, rememora el universitario.

Además, “es un llamado a los gobiernos porque en pleno siglo XXI persiste una serie de retos sin precedentes para el ejercicio de los derechos fundamentales”, concluye Martínez Sierra.

Por Veral